Si
bien son considerables las similitudes y concomitancias en los procesos históricos de América del Sur,
abriremos un espacio de reflexión en el cual nos ocuparemos de Argentina.
No nos detendremos aquí en la
dominancia de las ideas iluministas de la generación de mayo y haremos una breve referencia al
romanticismo posterior. No es una cuestión de jerarquías intelectuales, o ideológicas o de cualquier otra índole, sino una
consideración sencilla: la generación de mayo se enfrentó a la necesidad del
desprendimiento de la metrópolis, que no alcanzó a resolver en su total dimensión
y sus logros, si bien fueron inspirados en el Iluminismo, no se consolidaron de
acuerdo a los pilares básicos de libertad, igualdad y fraternidad.
A
la generación del 37, le tocó enfrentar otro tipo de conflictiva de
raigambre al interior de una sociedad que buscaba su perfil nacional. Es el
primer movimiento intelectual cuyo propósito era interpretar la realidad
argentina tratando de construir una identidad nacional. Tal intencionalidad se
expresa en sus producciones literarias y en la aparición de los primeros escritos
pedagógicos.
Conviene
tener presente que en esta parte del mundo es una constante reaccionar con
posterioridad ante la aparición de las nuevas corrientes del pensamiento
universal. Veamos un ejemplo: “…sabemos que Esteban Echeverría retorna de
Francia con el nuevo credo en 1830, cuando el romanticismo ya tiene cincuenta
años de existencia en Europa donde se extendería aproximadamente hasta 1850.”[1]
A
mediados del Siglo XIX Augusto Comte (1798 -1857) funda en Francia el
Positivismo, del que podemos hablar en nuestro país, recién hacia 1880, como un
pensamiento diferente y ciertamente enfrentado al romanticismo.
A
la generación del 80 le correspondió la organización del estado nacional,
liberal, moderno y que como tal asume la responsabilidad de la educación
pública. Si leemos al Prof. Tedesco, encontramos: “…existe una difundida imagen
acerca del pensamiento pedagógico en los orígenes del sistema (1880-1900) que
adjudica una hegemonía muy fuerte del positivismo y asocia la influencia
positivista con el conjunto de rasgos que el sentido común pedagógico atribuye
al sistema educativo tradicional.”[2]
Como
el mismo Prof. Tedesco expresa en el párrafo siguiente del trabajo citado, ante
un análisis más exhaustivo la situación es más compleja, pues de sus
investigaciones surgen otras alternativas de acción pedagógica que podemos
situar entre el directivismo y el espontaneísmo.[3]
Es
éste un aspecto recurrente cuando se estudian las corrientes pedagógicas.
Siempre existen posiciones de implementación generalizadas, coexistiendo con
otras que suelen constituirse en resistencias con intención de generar
transformaciones ante una realidad que no conforma a todos.
Es
también recurrente que estas posiciones generalizadas estén legitimadas desde
el poder político, que no en vano ni desinteresadamente asume históricamente la
responsabilidad sobre la red de escuelas públicas. Así la oligarquía instaló un
estado de ideología liberal, con un modelo de producción agroexportador y un
sistema educativo predominantemente positivista.
Hacia fines del Siglo XIX el positivismo ya
era cuestionado en Europa, no obstante lo cual es a partir de1930 que
comenzamos a recibir influencias filosóficas que impactaron básicamente en el
sistema educativo y generaron una fuerte corriente antipositivista. Se conjugan
en ella los aportes del idealismo, del espiritualismo y del culturalismo.
En
palabras de la
Profesora Sara Jafella “A fines del siglo pasado, en
Alemania, se inicia una etapa filosófica de búsqueda de un espacio
epistemológico propio para las ciencias sociales (entonces denominadas “del
espíritu” (Dilthey); y “de la cultura” (Rickert) o “ideográficas” (Windelband).
Dilthey es uno de los máximos representantes de la línea
histórico-hermenéutica, que inicia investigaciones sobre un campo
epistemológico propio para los hechos históricos y rechaza que éstos sean
tratados metodológicamente como parte de las ciencias de la naturaleza. Fue el
fundador contemporáneo de la hermenéutica de los acontecimientos históricos.”
Así
como desde el positivismo se originó una pedagogía concomitante con sus
postulados, a partir del
antipositivismo, se generaron las “Pedagogías Filosóficas” como las agrupó el
primer Nassif[4].
Dentro de ellas encontramos las Pedagogías Idealistas, de procedencia hegeliana
(Gustav Wineken, Giovanni Gentile, Lombardo Radice); la Pedagogía
Científico-Espiritual ( Wilhelm Dilthey, Theodor Litt); la Pedagogía Cultural
( Eduard Spranger, Hermann Nhol) y la Pedagogía Axiológica
o de los Valores (Max Scheler, Ernest Dürrr, Jonas Cohn).
En
Argentina entre sus representantes
podemos citar a Juan Mantovani, Juan Cassani, Juan Ramos, Alfredo Calcagno,
y Saúl Taborda.
Todas
estas teorías pedagógicas ponen el acento sobre los fines e ideales de la
educación, enfrentándose al enfoque positivista de la educación, que enfatiza
la transmisión de contenidos.
Leemos
tan precisa y claramente dicho por la profesora Sara Jafella: “Desde mediados
del siglo XIX y primeras décadas del XX, en el abigarrado escenario social,
económico y cultural de Europa y Estados Unidos, las transformaciones operadas
por el movimiento denominado Escuela Nueva- también conocido como Nueva
Educación, Escuela Activa o escolanovismo- fueron contemporáneas de variadas corrientes filosóficas y
epistemológico-sociales que dieron marco a diversas travesías en el
nacimiento histórico de la nueva escolarización.”[5]
La
primera expresión del escolanovismo se encontró entre 1859 y 1861, en Yasnaia
Polyana, en la escuela fundada por León Tolstoi. Sin embargo se ha tomado el
año 1889 como la inauguración del movimiento de la Escuela Nueva, pues fue cuando
Cecil Reddie fundó en Abbotsholme su New School, modificando los cánones de las
escuelas públicas inglesas. En 1893 Badley fundó el Colegio de Bedales con la
misma línea de trabajo pedagógico. Podemos citar una larga lista de
escolanovistas, como Edmond Demolins, Hermann Lietz, Georg Kerschensteiner,
María Montessori, Ovide Decroly, Helen Parkhurst, Carleton Washburne, Jhon
Dewey, William Kilpatrick, Cousinet, Freinet, entre otros. En Argentina
encontramos nombres como Leonilda Barrancos, Florencia Fossati, ambas
vinculadas a la gestación del movimiento de la Escuela Nueva y al nacimiento
del sindicalismo docente. José Rezzano quien fue delegado de la Liga Internacional de la Escuela Nueva, y su esposa,
Clotilde Guillén, quien introdujo en el país las ideas de Decroly, Rosario Vera
Peñaloza y las hermanas Olga y Leticia Cossettini.
Este
movimiento que se inicia en el siglo XIX, llega al nuevo siglo pleno de
producciones y experiencias educativas, cuyo énfasis está puesto en la
actividad de los alumnos, en el trabajo creativo, grupal, comunicativo,
solidario y por ende socializante.
Su
valor pedagógico y revolucionario a la vez de las prácticas educativas
escolarizadas, radica en haber cambiado el protagonismo, desplazándolo del
docente hacia el alumno. A partir de la Escuela Nueva, el
centro de la relación educativa, el sujeto indiscutible, es el educando. Esta
idea que giró ciento ochenta grados las concepciones educativas, llegó para
instalarse definitivamente. Sin el antecedente de este movimiento, no
estaríamos hablando hoy de pedagogías críticas.
Nos
circunscribimos hoy a la primera mitad del siglo XX, cuando la pedagogía
tecnicista, heredera del pragmatismo de Charles Peirce, William James, y Jhon
Dewey, se convirtió en el pensamiento
pedagógico oficial.
[1] Terán, O. Historia de las ideas
en la Argentina Diez
lecciones iniciales, 1810-1980. Bs. As. siglo XXI editores. 2008.
[2] Tedesco J.C. La instancia
educativa,.En Biagini H. (comp.) El movimiento positivista argentino
Bs. As. Ed. Belgrano, 1986.
[3] Jafella, Sara Alí. Perspectivas
filosóficas en las teorías de la educación de Argentina en el siglo XX. Un
enfoque desde la formación docente. Ponencia presentada al 1º Congreso
Nacional de Investigación Educativa, Universidad Nacional del Comahue,
Cipoletti, octubre de 1999
[4] Nassif, Ricardo. Pedagogía General,
Bs. As, Kapelusz, 1958
[5]
Jafella, Sara. Travesías
filosóficas y sociales de la “Escuela Nueva” en Europa y en Estados Unidos, La Plata, Ediciones Al Margen,
2006