lunes, 25 de marzo de 2013

Para comenzar a conocernos desde las ideas: La inclusión social



Esta primera página del año “Desde Reconco” está dirigida a mis queridos estudiantes. Estamos comenzando un nuevo año lectivo y muchos de Ustedes una nueva etapa en la que van a transitar una carrera de formación docente. Puede decirse en términos muy de actualidad que están siendo incluidos en el nivel superior de la enseñanza.
Se habla muy frecuentemente en nuestros días de la inclusión social, por lo cual he pensado en compartir con ustedes algunas reflexiones al respecto y además con la intención de superar tradicionales estilos de presentación como decirles mi nombre, la materia que les voy a tratar, el horario de nuestras clases, bueno…esas formalidades que ya conocen por haber atravesado los niveles anteriores del sistema educativo y de las que rápidamente pueden enterarse dando una leidita por los pizarrones del vestíbulo del instituto.
Para presentarme ante Ustedes, prefiero contarles alguna que otra de mis convicciones.
Para eso pongamos nuestra atención en la inclusión social, que hoy constituye una política de Estado, un componente de fuerte resonancia en el discurso de los elencos gobernantes y más aún, precisamente en estos días lo es también del Santo Padre.
Si consideramos más ampliamente la cuestión comprenderemos que desde el discurso, ninguna religión, partido político, organización gremial o cualquier otro formato cultural o institución podría no incluir en su discurso la inclusión (valga la redundancia) sin pagar el costo social de ser tildado de autoritario, expulsivo, injusto, etc.
No obstante los elementos constitutivos insoslayables de la construcción de cualquier buen discurso, la preocupación por la inclusión social es válida.
Detengámonos un momento en la palabra “válida” porque quiero dejar aclarado que significa “verdadera” y “valiosa”. Incluir es dar posibilidades a quienes no las han tenido, o sea a los más humildes, a los que menos tienen, es ser solidario, humanista, por eso la preocupación y más aún las acciones de inclusión social, son de un alto valor.
Particularicemos: en la Argentina de hoy la inclusión social es una línea política del Estado Nacional. Se trata de dar posibilidades de salud, vivienda, educación, empleo y seguramente estoy olvidando alguna otra que los jóvenes estudiantes sabrán agregar.
Importa dejar expresado que la idea de incluir es dar posibilidades. ¡Magnífico! ¡Pero no mágico!
Desarrollar cada tipo de posibilidad daría para escribir un tratado de muchas páginas, de modo que me ocuparé sólo de las educativas (¿a cuáles otras podría referirme con cierta autoridad moral, desde mi condición de Profesora en Ciencias de la Educación?)
Algunas medidas desde lo económico facilitan las acciones escolares abonando la inclusión social, pero ésta no pasa únicamente por proveer de recursos materiales. Estar incluido socialmente implica participar activamente de una cultura, ser capaz de pensar, de analizar, de comprender la realidad en que se vive, de acceder al conocimiento. Es por estas latitudes donde habita la educación.
Favorecer a la educación de un pueblo ofreciendo condiciones materiales y marcos legales propicios, son políticas de Estado, acciones de gobierno (¡Magnífico!), pero ejercer acciones educativas, es responsabilidad de los enseñantes: maestros y profesores (¡No mágico!)
He escuchado que se anda diciendo por ahí, que “la inclusión es exclusión”. A quienes se expresan así les haría muchas preguntas, pero la experiencia me señala que sólo desde la falta de compromiso social se dice esto, que no es otra cosa que argumento de quienes se amparan en versitos armados para justificar que no se es capaz de hacer propuestas didácticas que les permitan a los alumnos aproximarse al conocimiento.
Para la responsabilidad social de los educadores genuinos, la inclusión social como políticas públicas, se acompañan y fortalecen con propuestas didácticas.
He sido maestra de educación primaria, profesora de enseñanza media y formadora de docentes durante autoritarios procesos militares, con gestiones de democracias débiles, otras de corte neoliberal y ninguna de estas conducciones del Estado nos proponía la inclusión social. Sin embargo los docentes en esos espacios maravillosos que son las aulas, trabajábamos para incluir a nuestros niños y jóvenes en el conocimiento y aún en tiempos de control y persecución ideológica, les proponíamos la criticidad de pensamiento y con ello la toma de conciencia de la realidad en que vivíamos. Claro que siempre hay inconscientes, ese tipo de seres que renuncian a la condición de ser sujetos de la historia, pero esos no son docentes genuinos. -Digo porque ser docentes es un estado de vida siempre alerta, siempre conscientes de estar en el mundo real. -
Aclaremos que la inconsciencia no es privativa de los docentes, porque no olvidemos que hay quienes se regocijan en la desigualdad, en la marginalidad, en la pobreza de recursos materiales y culturales de los otros. Es más, me estoy refiriendo a personas que necesitan sentirse que son más porque tienen más, que esos otros.

Cuando se ejercita el estado docente se puede estar de acuerdo o no, con la inclusión social como política pública explícita, dado que es lícito en tiempos democráticos identificarse o no con una gestión partidaria que la propugna, pero no es legítimo ampararse en el desacuerdo con un gobierno para negar oportunidades educativas a nuestros alumnos. En el contexto de cualquier línea político partidaria, bajo cualquier régimen de gobierno, los educadores genuinos incluimos a nuestros alumnos en el conocimiento, somos facilitadores, promotores de la cultura en sus variadas expresiones: las ciencias, las artes, la filosofía, la tecnología.
El desacuerdo ideológico no justifica la falta de voluntad, de capacidad, de interés por enseñar. Enseñar no es otra cosa que incluir dando oportunidades.
No siempre las clases nos van a resultar exitosas, puesto que no siempre vamos a lograr cuanto nos propusimos, pero el profesional de la educación verdaderamente comprometido hace de la reflexión un ejercicio permanente. Busca las posibles causas por las cuales no ha obtenido los resultados esperados y lo vuelve a intentar. Ese es su desafío.
Bueno mis queridos jóvenes, esta que habló soy yo, sin más vueltas: Susana Lerner y ésta es mi línea de pensamiento.
Estudien mucho, no para mí sino para ustedes.
Nos vemos en clase.