Podemos seguir conversando sobre las relaciones educativas, los conocimientos como nexo y el buen trato. Ambos aspectos impactan en la construcción de un clima de trabajo productivo configurando "un aula cordial"
Las imágenes que siguen muestran escenarios de clases de Didáctica General, de primer año del Peofesorado de Educación Primaria Se estaba trabajando en pequeños grupos y desarrollando diálogos entre las alumnas en los cuales la profesora, sólo intervenía para aclara dudas.
A partir de estas imágenes al conocimiento y al buen trato le podemos sumar una marcha progresiva hacia la autonomía.
lunes, 19 de mayo de 2014
sábado, 10 de mayo de 2014
Para que comencemos a conocernos
Las relaciones educativas: Focos de atención, o los puntos de mira.
El conocimiento
El tema es el
análisis de las relaciones entre las alumnas, los alumnos y los docentes y
cuales deberían ser los focos de atención en el desarrollo de tales relaciones.
Aunque
mencionemos primero los conocimientos, no estamos estableciendo un orden de
mérito. Simplemente hay que comenzar por uno de ellos.
El
conocimiento es uno de los focos de atención de las relaciones entre los
actores de los procesos de enseñanza y de aprendizaje. ¿Para qué y por qué nos
relacionamos con los alumnos y las alumnas, sino para mediar entre ellos y el
conocimiento, para orientarlos en su búsqueda, para facilitárselos, para
acercárselos y hacerles accesible su comprensión?
Por su parte
nuestros alumnos, deberían centrar su foco de atención en establecer relaciones con nosotros para la
búsqueda y elaboración del conocimiento, yendo más allá de vernos como a sus
evaluadores, como quienes aprobamos o no su desempeño, y con ello hasta su
forma de ser persona en todos los aspectos. Dicho esto último para no
desconocer que muchas veces los alumnos al ser desaprobados en algún tramo de
sus aprendizajes, se sienten desaprobados (no queridos, rechazados) como
personas.
Por su parte
los docentes deberían abandonar esa actitud de enseñar sólo para evaluar, para
poner una nota y promocionar o no a sus alumnas y alumnos, o para cumplir con
lo determinado en el Diseño Curricular del nivel en el cual se desempeñan.
Cuando ambas
partes centran las acciones de aprender y enseñar en el conocimiento, entonces
es posible buscar las mejores estrategias, las mejores formas de relacionarnos
para enseñar y aprender y para construir
relaciones saludables, verdaderamente educativas.
Sin embargo,
este foco no agota el análisis de las relaciones en los encuentros educativos, en
principio porque éstos últimos constituyen fenómenos sociales y como tales,
sumamente complejos, en los cuales interjuegan múltiples elementos. Igualmente
relevante es atender a que los conocimientos, para ser alcanzados necesitan de
un entorno favorable, cuyos principales responsables son los docentes, sin
excluir con ello la responsabilidad de alumnas y alumnos. Esto en el marco de
destacar que las situaciones educativas son una construcción social.
El buen trato
Muchas cuestiones
configuran las situaciones educativas y las relaciones entre quienes aprenden y
sus docentes:
·
las posibilidades intelectuales de aprendices y
enseñantes,
·
los intereses, las necesidades, las
posibilidades,
·
las condiciones contextuales, tanto
institucionales como sociales,
·
las voluntades,
·
los recursos disponibles,
·
la diversidad de personas y sus realidades,
·
el humor del día de cada integrante de un grupo
escolar,
·
los vínculos,
·
las aceptaciones y rechazos entre los miembros
de una clase escolar,
·
las actitudes de cada uno,
·
los afectos que se desarrollan.
Seguramente
cada uno al leer esta enumeración agregará las que a su entender están
faltando, dado que la lista es difícil de agotar. También es importante aclarar
que cada una de estas cuestiones está pensada tanto para los alumnos como para
los maestros y profesores, porque situamos nuestro tema en la escuela como
comunidad crítica de aprendizaje y de enseñanza.
Lo cierto es
que la construcción del conocimiento es adjunta a la construcción de
subjetividades. Dado que el tema que nos ocupa hoy está situado específicamente
en el espacio del aula, el clima que se genera allí establece las condiciones
en que la educación se pone en actos. Nadie aprende cómodamente en un clima
hostil, del mismo modo que nadie enseña gustosamente cuando siente el rechazo o
la subestimación de la clase escolar a cuyo frente se encuentra. Sin embargo, cuando
el clima del aula es cordial, cuando las aceptaciones son recíprocas y los
rechazos nulos, todos los actores desarrollan sus potencialidades en forma
plena y hasta placentera.
En este ángulo
surge la reflexión sobre las actitudes, no como “aquello que queda bien hacer” es
decir no por mera apariencia u obligación, sino como una necesidad en bien del logro de las
finalidades que se proponen.
La reflexión
se encuadra en preguntarnos ¿qué sujetos
somos como docentes y a qué sujetos nos proponemos acompañar en el proceso de
construcción de su subjetividad?
En mi libro
“Apuntes y reflexiones para una Didáctica de la formación docente” planteo que
las actitudes también se elaboran y constituyen
una categoría de análisis para pensar la Didáctica.
Así la disposición
favorable hacia los demás es el resultado de reflexionar, de ir elaborando esas actitudes como
parte de la formación docente inicial y
de las prácticas educativas cotidianas.
Pensar
las actitudes nos lleva a definir el buen trato. No es tarea sencilla porque se
pueden hacer afirmaciones que afecten susceptibilidades. Pero es preciso
aclarar y si oscurece habrá que seguir aclarando, es decir seguir pensando
sobre este aspecto.
Lo
difícil es decir que cuando se trata de aceptaciones recíprocas, del buen trato
que nos dispensamos unos a otros, no estamos hablando de amistades personales,
de profundos sentimientos de cariño, de lazos duraderos que trascienden las
situaciones escolares.
Estamos
hablando de aceptar a cada uno con sus particularidades, con todo el bagaje
cultural y afectivo que trae al aula, de apoyarlo en su proceso de crecimiento,
de evitar la agresión y la descalificación. De poner el acento en brindar
igualdad de oportunidad en la diversidad de personas y de condiciones de vida.
Estamos
hablando de ofrecernos a nosotros mismos desde nuestro mejor lugar, es decir
desde donde podemos ser afectuosos sin hurgar en los otros buscando algún
motivo de rechazo. En todo caso si hurgamos, que sea en la búsqueda de motivos
de aceptación.
Pero…
cuando de educación se trata siempre hay un “pero”… que considerar. Entonces:
pero no podemos desconocer que las maestras, los maestros, las profesoras y los
profesores, somos seres que desde nuestra condición humana jugamos con todas
las pasiones posibles. A veces nos cuesta mucho aceptar de nuestros chicos y
chicas actitudes francamente irritantes y otras veces establecemos vínculos
fuertes de amistad, de profundos cariños
que trascienden el ámbito de la escuela. ¿Por qué no? si como dijimos, somos
seres humanos.
Y otra vez “pero” cuidando
celosamente que esos vínculos no influyan en la ecuanimidad con que debemos
actuar en el aula.
Resumiendo,
el buen trato en las relaciones mutuas, puesto en el aula como expresión de
equilibrio emocional, favorece la concreción de las metas fijadas.
Último pero, por ahora, por hoy
Comenzamos
estas reflexiones diciendo:
“El tema es el
análisis de las relaciones entre los alumnos y los docentes y cuales deberían
ser los focos de atención en el desarrollo de tales relaciones”
Luego nos
preguntamos y nos respondimos:
¿Cuáles
deberían ser esos los focos? Reconocemos básicamente dos: los conocimientos y el buen trato.
Detengámonos
en el condicional deberían y en el por qué de su uso. Simplemente porque
solemos caer en el error de centrar nuestra atención en:
·
ofrecer el servicio alimentario,
·
en relacionarnos sobre la base de establecer
simpatías,
·
en buscar ser queridos independientemente de
nuestra tarea docente,
·
en intervenir en los conflictos entre las
alumnas y los alumnos y al hacerlos corremos el riesgo de sobredimensionarlos,
porque les estamos dando carácter institucional, a la vez que impidiendo el
desarrollo de sus autonomías y capacidades para resolver por sí mismos sus
problemas,
·
en descuidar nuestro verdadero rol de mediadores
en los conflictos recién referidos, midiendo equilibradamente el punto de
intervención.
·
En
trabajar para dejar contentos a los supervisores que nos impone el Sistema
Educativo o para cumplir con lo determinado en los diseños curriculares, no
siempre en concordancia plena con las necesidades y posibilidades de nuestras
alumnas y alumnos.
Amables lectores:
queda abierta la inscripción de otros posibles errores
|
Suscribirse a:
Entradas (Atom)