Razones pedagógicas:
En mi proyecto de cátedra para la Perspectiva
Filosófico- Pedagógico-Didáctica de este 2014 he incluído en
el Núcleo I, un texto de Julio Cortázar. Se trata del capítulo 99 de Rayuela.
Por cierto que no es bibliografía de asignación obligatoria. Tiene carácter
opcional, de modo que lo leerán sólo quienes tengan deseos y voluntad de
hacerlo.
Su presencia en un
proyecto de cátedra de esta Perspectiva responde a algunas de mis convicciones.
Hace un tiempo,
leyendo el libro “La planificación en la
educación infantil” donde María Reneé Candia coordina la producción de varias
autoras rosarinas, encontré una expresión que si alguna vez, en algún otro
texto la leí, no la recuerdo. En la Introducción de esta obra, al caracterizar la
planificación se lee entre otras afirmaciones: “tiene un autor que es el
docente”
En verdad, cuando los docentes planificamos
no nos asumimos como autores, no nos sentimos como tales y sin embargo lo
somos. Es en mi condición de autora de este proyecto para la Perspectiva
Filosófico-Pedagógico-Didáctica, que he incluido a Cortázar.
Sus
destinatarios son estudiantes del Profesorado en Lengua y Literatura. En esa
maravilla de la creación humana que es la literatura, se han escrito tantas
páginas sobre educación, sus fundamentos, sus razones de ser, sobre las
modalidades que adopta en diferentes contextos y siempre con esa cualidad
sorprendente de ser vanguardia en sus textos.
Por eso me parece válido que
estos alumnos lean la educación no sólo desde la bibliografía específica, sino
también desde su propia especialidad: la literatura. Hablamos, por supuesto, en
términos de calidad literaria.
Varios años antes que Pablo Pineau publique
sus “Relatos de escuela” en esta misma cátedra, leíamos a Leopoldo Marechal en
los relatos de las alternativas de Adán Buenosayres como maestro... para citar
sólo un ejemplo.
Siendo la literatura
testimonio de un contexto histórico y siendo también la educación expresión y
producto de cada uno de esos contextos, conjugarlos puede ser una manera de
ampliar la comprensión y de abonar las concepciones sobre la realidad como
integración, evitando la parcialización de saberes.
Citas de autoridad académica:
Volviendo a los inicios de la posmodernidad
es oportuno recordar a Perez Tapia
cuando en su libro “Claves humanistas para una educación democrática” dice:
“ El Siglo XX se inauguró con un optimismo bastante ingenuo que, sin embargo
pronto se vio quebrado por la I Guerra
Mundial, una inusitada experiencia de irracionalidad y barbarie en la que de
improviso se vio sumida la civilizada
Europa. Los ideales ilustrados se vieron traumáticamente negados, incluida su
radicalizada reformulación en las metas propugnadas por el movimiento obrero.
Ese desmentido, por desgracia, aún fue haciéndose más rotundo con los
acontecimientos que posteriormente jalonan la marcha de este siglo nuestro, el
más violento en la historia de la humanidad.: regímenes totalitarios, barbarie
nazi, II Guerra Mundial, enfrentamiento entre bloques, guerras de
descolonización, millones de refugiados huyendo de sangrientos conflictos
étnicos…”
Para
1991 la editorial Libros del Quirquincho publica una traducción en
castellano del libro de Dermeval Saviani “Educación: temas de actualidad”.
En su primer capìtulo dice: “la posmodernidad es algo que ya se va
configurando a partir de la década de 1950; se trata, pues, de un fenómeno muy
reciente, que se relaciona con el período de posguerra y que está centrado en
el problema de la informática, es decir en una sociedad altamente automatizada,
una sociedad de consumo de masas, referenciada por los medios de comunicación,
por los signos; es, por lo tanto , un período en que los hombres se relacionan
más con los símbolos que con la propia realidad. La posmodernidad lleva esta
marca.”
Cortázar leyó su tiempo:
Hacia medidos del siglo XX el desencanto de la Modernidad, trae
consigo a la posmodernidad que Dermeval Saviani sitúa, como hemos dicho, hacia
1950.
Precisamente en 1951, a los 37 años,
Cortázar fija su residencia definitiva en París. Es testigo de los albores de
la posmodernidad, que expresa los residuos de las crueldades de la guerra, los
replanteos existenciales, los cambios de las valoraciones acerca e la vida, las
actitudes ante las variaciones económicos y políticos y sus
ingerencias en la cotidianeidad de una humanidad que ha sido desvastada y trata
de explicarse a sí misma en la manifestación de su desencanto.
En ese escenario escribe Rayuela y la
publica en 1963: testimonio de una época.
Y dice a través de sus
personajes:
En este capítulo 99 los personajes de Rayuela se encuentran analizando
un libro cuyo autor se llama Morelli (otro personaje no presente en este
capítulo) y surge la discusión acerca del lenguaje, si tiene o no el derecho de
ser útil o es sólo un elemento decorativo y aparece la pregunta: “¿puede trascenderse o no el mero hecho
estético?”
El autor (Morelli) ha cambiado su forma de escribir y se preguntan si
es porque ya no tiene nada que decir. Sin embargo, dice Etienne (personaje que
participa de la discusión), “y a pesar de los surrealistas que se colgaron
de las palabras, en vez de despegarse brutalmente de ellas, como quisiera hacer
Morelli desde la palabra misma, la creación de todo lenguaje muestra irrefutablemente
la estructura humana…”( de cualquier ser humano, chino o piel roja ) “lenguaje
quiere decir residencia en una realidad, vivencia en una realidad. (…) “Por eso
hay que re-vivirlo, no re-animarlo.”
¿Hay que revivir el
lenguaje porque está muerto? –La idea de muerte es un rasgo posmoderno: muerte
de la historia, de las ideologías, del lenguaje. Revivir en cambio es una
aspiración de la
Modernidad.
Gregorovius (otro personaje presente) dice “no se puede revivir el
lenguaje si no se empieza por intuir de otra manera casi todo lo que constituye
nuestra realidad”. Esta otra manera de
intuir la realidad tiene implícita la idea de racionalidad/Modernidad. Entender
la realidad es una manifestación de racionalidad.
Hay una advertencia de
Oliveria( otro personaje) “…si seguimos utilizando el lenguaje en su clave
corriente, con sus finalidades corrientes, nos moriremos sin haber sabido el
verdadero nombre del día”.
En el párrafo que sigue, Oliveira pone en discusión la poesía:
“Hasta hace unos veinte años había la gran respuesta: la Poesía, ñata, la poesía. Te
tapaban la boca con la gran palabra. Visión poética del mundo, conquista de una
realidad poética. Pero después de la última guerra, te habrás dado cuenta de
que se acabó. Quedan poetas, nadie lo niega, pero no los lee nadie”
Por supuesto se refiere a la segunda guerra
mundial. Afirma tal este personaje en tiempos de crisis aguda de la Modernidad, en los
albores de la Posmodernidad.
Esta es una expresión que tipifica el llamado desencanto de la Modernidad.
Reconocen que algunos leen poesía pero que la realidad no es poética. Y
seguidamente plantean una antinomia entre poesía y tecnología: “Créeme
querido, desde el año cincuenta estamos en plena realidad tecnológica, por lo
menos estadísticamente hablando.”
Cuando Perico (otro personaje que interviene
en la discusión) dice:- “A mí se me importa un bledo la tecnología (…) Fray
Luis, por ejemplo.” Inmediatamente le
recuerdan que están en la década del ’50 y que debería leer los diarios.
Destacan los cambios del mundo en los últimos veinte años.
Aparece luego un primer atisbo del manejo de
la simultaneidad, en reemplazo de la secuencialidad y de la linealidad con que
se venía haciendo literatura. Todos sabemos que en estas épocas de crisis de la Modernidad, la
simultaneidad ha reemplazado a la secuencialidad en las estéticas
contemporáneas y en las concepciones de tiempo y espacio. Veamos, cómo
refiriéndose a Morelli, Etienne, dice:” Morelli es un artista que tiene una
idea especial del arte, consistente más que nada en echar abajo las formas
usuales, cosa corriente en todo buen artista. Por ejemplo le revienta la novela
rollo chino. El libro que se lee del principio al final como un niño bueno. Ya
te habrás fijado que cada vez le preocupa menos la ligazón de las partes,
aquello de que una palabra trae la otra. Cuando leo a Morelli tengo la
impresión de que busca una interacción menos mecánica.”
Tildan de viejo a Morelli, de olvidarse lo
que ha escrito páginas atrás, por lo cual un relato puede comenzara a las seis
de la tarde y terminar a las cinco y media. Califican de “un asco” esta
alteración de la linealidad.
Cortázar pone en palabras de su personaje Oliveira claramente el
desencanto de la Modernidad
cuando dice: “…los criterios y su escala de valores están más bien
liquidados y que el hombre, después de haberlo esperado todo de la inteligencia
y el espíritu, se encuentra como traicionado, oscuramente consciente de que sus
armas se han vuelto contra él, que la cultura, la civilità, lo han traído a
este callejón sin salida donde la barbarie de la ciencia no es más que una
reacción comprensible.”
En el diálogo entablado sobre cómo Morelli hace su literatura, ese
“querer transgredir el hecho literario”,
aparece el concepto de ruptura: “Lo que me gustaría saber es si esa ruptura
que pretende Morelli, es decir la ruptura de eso que llamamos elemento
expresivo para alcanzar mejor la cosa expresable, tiene verdaderamente algún
valor a esta altura.
Probablemente no servirá para
nada – dijo Oliveira- pero nos hace sentir un poco menos solos en este callejón
sin salida al servicio de la Gran-Infatuación – Idealista- Realista-
Espiritualista- Materialista del Occidente, S.R.L.”
Las visiones de soledad, de estar en un
callejón sin salida, indican la ausencia de futuro, por lo cual hay que vivir
hoy, propio de un planteo posmoderno. No olvidemos que más avanzado el Siglo XX
se dirá que la historia ha llegado a su fin.
Finalmente hay referencias a Descartes, el
padre de la Modernidad
y al concepto de cogito en términos peyorativos: como retroceso, parcial e
insignificante.
Los personajes deciden irse a dormir porque se acabó el coñac, tienen
sueño y no han abordado a conclusiones
definitivas.
Finalmente:
Nosotros sabemos que hacia finales del Siglo
XX la Modernidad
reconoció sus crisis, abordó sus
deconstrucciones y se reconcilió con la racionalidad asumiendo sus más y sus
menos.
…Y París, sigue
siendo, en referencia a Hemingway, “una fiesta” para la intelectualidad, para la Filosofía, la literatura
y el arte en general.