A mis jóvenes
estudiantes del año 2015:
Este
mensaje es para los jóvenes que han tomado la decisión de cursar una carrera
docente en el Nivel Superior del Sistema Educativo de la Provincia de Buenos
Aires y que serán mis alumnos.
El
ingreso de nuevos estudiantes siempre es
para mí una preocupación. Durante el período lectivo, cuando desarrollemos
nuestras clases, nos ocuparemos de su formación, pero en este momento su
llegada es una preocupación.
Son varios los
motivos de la referida preocupación: si tienen plena conciencia de proyecto que
eligieron, si esta decisión es propia o inducida, si se trata sólo de buscar un
lugar en el mercado laboral para percibir un salario en el futuro, si están
dispuestos a asumir el compromiso y la responsabilidad social que ser docente
significa, si están dispuestos a dedicarle muchas horas de estudio a su propia
formación y sobre todo si se han planteado que esta carrera trata de enseñar
sistemáticamente conocimientos y valores.
Además de
estos interrogantes surge la necesidad de establecer acuerdos acerca de la
categoría social que están asumiendo. Ya no serán adolescentes. Ser estudiantes
de un profesorado los acredita como adultos jóvenes. Habrá responsabilidades
ineludibles, compromisos insoslayables.
Muchas veces
los adolescentes que cursan estudios secundarios se amparan en excusas que los
profesores aceptan porque son parte de sus aprendizajes y porque se trata precisamente
de adolescentes, de seres en crecimiento.
Sin dejar de
ser esos seres en crecimiento, porque en definitiva eso somos todos hasta el
fin de nuestros días, al convertirse en estudiantes del Nivel Superior, se establece
un vínculo particular con los profesores. Se trata de un encuentro entre
adultos jóvenes y adultos mayores, mediados por el conocimiento.
Nuestra
relación es académica y es asimétrica. ¡Aclaremos esto!
Entendemos la
docencia como una profesión, por lo cual para su futuro ejercicio se necesita
de los conocimientos académicos que nos permitan un desempeño ético. En este caso vamos a
acotar la eticidad encuadrándola en el respeto por el otro. Ofrecer y facilitar
el conocimiento es ético, porque implica respetar al otro al punto de darle la
oportunidad de aprender, de acompañarlos en su crecimiento intelectual y social.
Loa estudiantes necesitan de
conocimientos a los que los docentes tuvieron acceso tiempo atrás, cuando ellos
mismos fueron estudiantes. Aquí radica la asimetría. Con un ejemplo lo veremos
más claro: yo les daré clases de Pedagogía a unos y de Didáctica a otros. Esto
no significa que yo sé todo, todo, todo de ambas materias. Sólo indica que las estudié
mucho tiempo antes que Ustedes. Y como no lo sé todo, todo, todo, nada impide
que aprenda algunas cuestiones o las reelabore o las actualice junto con Ustedes.
Aprenderemos juntos, sí, pero yo empecé el proceso de aprendizaje antes que
Ustedes lo que me permite tener elaboración previa de las temáticas y eso nos
coloca en situación de asimetría.
Doy
por sentado que tengo lectores inteligentes y por tanto ya se habrán dado cuenta
que tanto en la eticidad, como en la asimetría al dar acceso al conocimiento,
germina un acto de amor. Entonces podemos afirmar que nuestra relación es académica,
asimétrica y afectuosa.
De
estas tres características, personalmente elijo la afectuosidad para sustentar
el diálogo, para producir encuentros de escucha, de expresión y creatividad.
Sólo en un clima de afectos recíprocos podremos derrotar el silencio y construir
la educación como una práctica social.
Chicas
y muchachos, jóvenes adultos ¿entendieron que al instituto vienen a estudiar
para formarse como verdaderos profesionales de la enseñanza?
Todas
las dudas que surjan de esta lectura, las charlaremos en nuestras clases. ¡Hasta
entonces!
Prof.
Susana Lerner