domingo, 19 de abril de 2015

La convivencia en la formación docente

A mis jóvenes estudiantes:
                                               Hoy quisiera poner a consideración de Ustedes algunas cuestiones acerca de la convivencia en una institución donde se forman profesionales de la enseñanza. No se trata de escribir un estatuto ni un reglamento, sino de plantearnos las cosas que hacemos juntos, es decir de nuestras interacciones, de la forma en que nos tratamos y tratamos el espacio educativo que compartimos, y de establecer algunos acuerdos. Su sola enunciación nos está haciendo visible que son acciones y actitudes específicamente humanas, subjetivas y por ende sociales.
¡Hay! Dije la palabra a la que tenía la intención de mencionar más adelante, pero, bueno…vamos con ella: “subjetivas”. Entonces me copio: “acciones y actitudes específicamente humanas”, es decir que conforman nuestra condición humana, a la que también podemos llamar subjetividad.
            Cada uno de nosotros es un sujeto social, que comparte las formas culturales  del contexto en que vive y/o de otros contextos más amplios, mediante su integración con espacios virtuales. La educación nos abre la posibilidad de participación en la cultura, por lo cual somos a la vez sujetos pedagógicos.
Desde esta condición humana de ser simultáneamente sujetos sociales, culturales y pedagógicos, nos es posible construir nuestra subjetividad. Ser los que somos, pudiendo compartir costumbres, creencias, valores y conocimientos pero pudiendo también ser únicos, diversos entre nosotros.
Compartir formas culturales, identificarse y ejercer la pertenencia a ellas, nos integra desde la diversidad.
Tal vez se estén preguntando cómo lograr la integración desde la diversidad, desde ser distintos unos de los otros. Para esos están los acuerdos, los consensos, que no significan postergar nuestra  subjetividad, mucho menos negar, ocultar o reprimir nuestras convicciones. Significa respetar al otro, escucharlo, distinguir entre lo público y lo privado, asumir el ejercicio socialmente responsable de la libertad.
La subjetividad es una construcción social, mediados por los otros, por el entorno, por las acciones educativas dentro y fuera de los espacios escolarizados, nos vamos procurando ser los que somos.
Espacios escolarizados. Los invito al instituto de formación docente, ¿es donde estamos, no? Sí, sí, en un espacio escolarizado.
Permítanme auto referenciarme por un segundo, pero creo que mi pregunta les compete también a Ustedes. Si mediante las interacciones socioeducativas se construye la subjetividad, los profesores hacia dónde apuntamos y aún, los jóvenes estudiantes, hacia dónde apuntan. Hagamos la diferencia entre ser sujetos de derecho, o ser sujetos sujetados a la norma impuesta. Aquí radica una de las diferencias entre un estatuto, un reglamento o plurales acuerdos de convivencia.
Tienen todo el derecho de elegir, pero desde mi lugar yo les propongo la búsqueda de acuerdos.
Hagamos una adaptación al viejo adagio: Lerner propone y los alumnos disponen.
Los espacios del instituto: son todos de Ustedes, los pasillos, el vestíbulo, los corredores, el salón de usos múltiples, las aulas, la biblioteca, el pequeño despacho de las fonoaudiólogas, la fotocopiadora, el kiosco de comidas y bebidas. (Eso sí, por favor, no nos invadan la sala de profesores, a menos que ocurra una verdadera emergencia)
Les pertenecerán y los disfrutarán en la medida en que les otorguen significaciones, es decir, qué sentido tiene estar en cada lugar, para qué, que hacemos en cada uno, que valor le damos a cuanto hacemos allí, que utilidad le reconocemos, cuánto gusto (o disgusto) no produce habitarlo e interactuar en él.
Hacer consciente qué significa estar en cada lugar, lo va a convertir para cada uno, en un espacio percibido y vivido más allá de un simple espacio físico.
Junto con el proceso de asignar significados, se irán entretejiendo lazos emocionales que les irán despertando afecto no sólo por el lugar, sino también por las personas que con quienes los comparten; chicos y chicas, todas ellas y todos ellos, compañeras y compañeros, profesores, directivos, preceptores, fonoaudiólogas, porteros, kiosqueros y fotocopiadores.
En la medida de las significaciones surgirá la apropiación y en la medida de la apropiación vendrá la valoración y el cuidado.
Muchos de ustedes han concurrido al Jardín de Infantes y todos han transitado por la Educación Primaria y Secundaria. En estos niveles anteriores a la Educación Superior, ya les enseñaron  sobre el cuidado de la limpieza. Algunos lo habrán incorporado, otros medianamente y hasta habrá quienes hicieron caso omiso. Pero en este tramo de su formación, entramos a la idea de cuidar los espacios a partir de las significaciones y los afectos.
Pongo mi voto de confianza en Ustedes, por eso creo que un acuerdo en este sentido es posible:
Busquemos los significados de los espacios que ocupamos, cuidemos lo que queremos, lo que tiene un sentido válido y por tanto nos es propio.
"Todos los espacios del instituto les pertenecen"
Los vínculos: habitualmente cuando se hace referencia a los vínculos es frecuente mencionar ejemplos, en lugar de definirlos. Buscamos definirlos, pero recurrir a un ejemplo para  lograrlo, en nuestro caso puede ser el inicio de un buen recorrido.
Nuestros vínculos en una institución formadora de profesionales de la enseñanza tienen como actores principales a los alumnos y a los profesores, dado que son los que establecen relaciones directas y específicas entre los que están en proceso en formación y los formadores.
Los propósitos válidos y necesarios para establecer tales vínculos es el acceso al conocimiento. ¿Qué sentido podrían tener nuestros encuentros en el instituto que no fuera adquirir los conocimientos necesarios para el futuro desempeño de la profesión, en el caso de los alumnos, y facilitarles dicho acceso, en el caso de los profesores?
En beneficio del logro de los objetivos de ambas partes, nuestros vínculos deben ser amigables. A este ejemplo vamos a recurrir en la búsqueda de su definición.
La amistad es un término muy amplio, por lo que necesitamos acotarlo. Alumnos y profesores no somos esos amigos que pasan horas charlando de generalidades, haciéndose confesiones íntimas y privadísimas, planificando la salida del fin de semana, haciéndonos cómplices en alguna travesura y etc…podríamos hacer una larga enumeración de cosas que hacen los amigos, sin olvidar que muchas veces los amigos nos ayudan a tomar decisiones importantes, o que mantenemos con ellos conversaciones muy profundas.
He usado la redondilla  porque se trata de aspectos tangenciales entre la amistad en general entre las personas y la amigabilidad que se entabla entre alumnos y profesores. Nosotros  somos amigables  en términos de compartir el conocimiento, de mostrarnos mutuamente y con sutileza los errores cometidos de ambas partes, (con lo cual nos reconocemos como seres humanos que podemos equivocarnos), de darnos al diálogo con honestidad, de sernos sinceros evitando el engaño, de ofrecernos un trato cordial. Estos términos nos van  a permitir tenernos confianza mutua, convivir construyéndonos socialmente, educándonos en la reciprocidad propia del humanismo.
De tal modo nos vamos a respetar unos a otros.
Pongo mi voto de confianza en Ustedes, por eso creo que un acuerdo en este sentido es posible:
Podemos compartir el conocimiento, convivir construyendo nuestra subjetividad y construyendo a la vez un clima amigable de trabajo creativo.

“Nuestros vínculos al interior de una institución formadora de docentes, pasan por el conocimiento y la cordialidad.”

La ciudadanía: Para abordar a una buena enseñanza conjugamos los conocimientos con los valores, dicho esto sin descuidar que los seres humanos a partir de nuestra racionalidad podemos aprender tanto  lo bueno como lo malo. No obstante en los espacios escolarizados sólo “debería” primar lo bueno, lo que construye, lo que produce el mejoramiento de las condiciones de vida, lo que nos hace mejores permitiéndonos convivir evitando perjudicar a los demás, ejerciendo los valoras socialmente acordados, en suma todo cuanto enriquece nuestra subjetividad y nos hace mejores personas.
Nótese el condicional “debería”. Puede ocurrir que en la cotidianeidad de la vida escolar nos  encontremos con ejemplos que representan todo lo contrario de una buena enseñanza. No es necesario que nos detengamos aquí a hacer una larga reflexión sobre la condición humana y las múltiples motivaciones que alejan a algunos, en algunas circunstancias de las prácticas sociales valederas. Sin embargo es relevante que vayamos viendo que no todo es ideal, ni idéntico a las situaciones de libro y a las sanas intenciones que impulsamos desde posiciones teóricas y bien intencionadas. Estos aspectos de la vida entre personas interactuantes que desvían de las actitudes aceptables, también los encontramos en nuestra vida diaria, en los medios masivos de comunicación, nos las presenta el cine, en suma que alcanza con una mirada atenta a la realidad para encontrarlas.
De este “debería” podemos recortar dos cosas: una que la realidad no es la idealidad, no todo es como quisiéramos o como “debería” ser. Otra que no nos debe llevar al desánimo sino al desafía de ir cambiando, recuperando el humanismo. Convengamos en que la tarea de mejorar la convivencia social no es exclusiva de los docentes, pero sí, que nos toca gran parte de esta responsabilidad.
Desde las escuelas no sólo transmitimos conocimientos, prácticas y valores  dado que al hacerlo estamos transmitiendo también ciudadanía. Nuestro compromiso es formar ciudadanos que quieran y sepan insertarse positivamente a las tramas sociales. Claro está que nadie puede dar lo que no tiene, por lo tanto empecemos por formarnos profesionales de la enseñanza lo suficientemente responsables éticamente como para ejercer y propagar los principios básicos de una ciudadanía pensante, crítica, constructiva.
Pongo mi voto de confianza en Ustedes, por eso creo que un acuerdo en este sentido es posible:
Mientras transitan  por la formación docente dirijan sus intenciones y sus acciones para ser parte de una ciudadanía en favor del bien común. De tal modo  podrán desarrollar como estudiantes buenas prácticas de aprendizaje y en el futuro las buenas prácticas de la enseñanza.

“La tarea docente como expresión de ciudadanía consiste en ir reduciendo, en la medida de lo posible, todos los “debería” y a través de la praxis educativa conjugar las acciones y las reflexiones en favor de las transformaciones”