lunes, 13 de mayo de 2019

Los sujetos y la construcción del sentido de realidad



Los sujetos y la construcción del sentido de realidad
Prof. Susana Lerner
Presentación
            A partir de la Modernidad se produce una importante resignificación de las relaciones de los hombres con su mundo, respecto del medioevo.
            “Se puede ver la esencia de la Edad Moderna en que el hombre se libera de las ataduras del medioevo, en que se libera hacia sí mismo (…) Ciertamente  que la Edad Moderna  ha provocado, como consecuencia de la liberación del hombre, un subjetivismo e individualismo.” [1]
             A partir de entonces  habitará los tiempos de la historia con una significación metafísica de sí mismo y de su mundo, distinta de la de  la antigüedad y el medioevo. Se trata de la Modernidad, que luego demudará en postmodernidad.
            Interesa en el presente planteo aproximar algunas ideas sobre cómo construye el hombre su imagen del mundo, tanto  en la Modernidad  como en el cuestionamiento de la misma, en la postmodernidad.
            Para ello, algunas consideraciones sobre la subjetividad concebida como la resultante de prácticas sociales situadas en un determinado contexto histórico, en una realidad que si bien es común a todos los que viven en ella, es factible de diversas interpretaciones que dependen de las condiciones y del lugar que cada uno ocupa en la estructura social
             Tales prácticas sociales incluyen, por cuestiones de convivencia, las influencias recíprocas de diversos componentes del entorno en que se conforma y desenvuelve cada sujeto, de las cuales destacaremos la educación.
 Desarrollo:  
            De la educación como práctica social dice CASALI, C “…La educación es el conjunto de las prácticas por medio de las cuales se forman el hombre en cuanto sujeto de un sistema social.”[2]
            En la misma ficha de cátedra, CASALI (p.6) cita a José Luis Romero…”las normas que regulan el funcionamiento social no reconocen un origen sagrado, sino que son elaboradas en la convivencia y fundamentalmente en el consentimiento, son históricas y no absolutas.” (J.L. Romero, 1987, p.115).
            Subyace en la expresión de Romero una superación del teocentrismo medieval, a la vez que plantea el protagonismo del hombre como autor de las normas que aparecen como producto de la convivencia. Así nos sitúa en el antropocentrismo propio de la Modernidad, haciendo más precisamente alusión al sujeto moderno.
            Si bien la realidad es asumida, socialmente, en procesos que superan la mera individualidad de  cada sujeto, éstos la interpretan de una determinada manera, que dependerá del proceso de construcción de sí mismo, como resultante de su propia trayectoria en un determinado contexto donde intervienen múltiples componentes y legados de difícil jerarquización.
            No obstante, la educación es entre todos los componentes y legados, de reconocida relevancia cuando se trata de insertarse en la realidad y de definir cómo concebirla.
            Al analizar los legados de la modernidad respecto de la educación y la ciudadanía, GENEYRO J.C. (2007 pp.248 a 250) hace un recorrido desde Comenio, Rousseau, Bacon, Locke, Hobbes, Humboldt, Mill Comte y Durkheim. Estos dos últimos resultan de interés considerando las funciones sociales y políticas  que a partir de la Revolución Francesa de 1789 le son asignadas por los Estados Modernos a los Sistemas Educativos.
            Para estos Estados modernos fue necesaria la formación de ciudadanos en concordancia con sus principios, por lo que la educación pasó a concebirse como un proceso de socialización encuadrado en la adaptación del individuo –ciudadano a un fondo común de verdades que toma la forma de mandato y constituye una identidad cívica homogénea. En esta línea nos encontramos en principio con Comte y luego con Durkheim.
            “La importancia de la inclusión de una formación científica básica para la educación del individuo y el ciudadano queda cristalizada en las propuestas de A. Comte; uno de los legados con mayor impacto en las políticas y prácticas educativas a partir de la segunda mitad del Siglo XIX, particularmente en las etapas de reorganización y consolidación de los Estados Nacionales en varios países latinoamericanos”[3]
Comte partiendo de la advertencia de un caos social debido a la existencia de intereses materiales egoístas entre los individuos, platea establecer un poder espiritual que origine un nuevo consenso cívico.
            “A través de su ley de los tres estadios anuncia un nuevo orden social y político, un estadío científico – industrial que requiere de un nuevo fondo común de verdades para superar el caos y  anarquía bajo la consigna de Amor, Orden y Progreso, fondo común de verdades que deberá configurarse por un nuevo poder espiritual, generado por los científicos y trasmitido por la educación”[4]
Por su parte, Duekheim entiende la educación como un proceso de socialización mediante el cual las generaciones adultas trasmiten a las jóvenes el legado cultural adaptándose al cual éstas podrán asumirse como individuos y ejercer su ciudadanía en términos democráticos. Esta socialización se llevará a cabo en dos etapas: una homogénea , común a todos en cuanto a adaptación al legado cultural que incluye valores y saberes y otra heterogénea, de formación laboral  elegida libremente según preferencias de los sujetos. En esta última etapa Durkheim apela a un sentido de la igualdad en las condiciones exterior al individuo y al trabajo como expresión de autonomía.
Cabe destacar que el devenir de los tiempos y las distancias entre las teorías y sus puestas en actos en la configuración de las realidades, pondrán en tela de juicio a Comte y a Durkheim. Es oportuno, por tanto, citar una vez más a GENEYRO (p. 264)…” en estos tiempos donde la exclusión, la marginación y la segregación campean por el mundo, ella debe incluir aquellos derechos y condiciones sociales que den sustento a los proyectos de vida, o sea, a la proyección de vida de cada individuo y ciudadano”.
            Las oportunidades de acceso a la educación, constituyen un elemento básico en la construcción social del sujeto, cuando de concebir la realidad se trata. ¿En qué términos puede concebirse la realidad para quienes sufren la marginación o la exclusión social?
            En este punto es dable regresar a la preocupación de los Estados Nacionales Modernos por la formación de los ciudadanos, considerando en consecuencia la función política de la educación.
En principio hay que aclarar qué significa que los estados Modernos desarrollen la función política de la educación  y para ello es necesario analizar las funciones de la escuela como agente de control ideológico.
            Althusser plantea la pregunta “¿Qué se aprende en la escuela?”[5] Antecede en este texto la reproducción de las fuerzas de trabajo. Se responde…”se aprende a leer, escribir, contar, o sea algunas técnicas, y también otras cosas, incluso elementos  (que pueden ser rudimentarias o por el contario profundizadas) de “cultura científica o literaria”, utilizable directamente en los distintos puestos de producción (una instrucción para los obreros, una parte para los técnico, una tercera para los ingenieros, otra para los cuadros superiores, etc.)”[6]
            La cita nos da idea del establecimiento de circuitos educativos para lo cual se hace una selección de oportunidades que el mismo Estado distribuye. Además  es necesario agregar que junto con la calificación laboral se imponen convicciones y conductas  sociales de sometimiento a la ideología dominante, sustentadas desde el ejercicio del poder, núcleo desde el cual se organiza la red de escuelas.[7] Ambas funciones, la distribución de oportunidades y la imposición ideológica, las logra el Estado mediante el ejercicio de la violencia simbólica, que junto a la violencia material (policía, tribunales, prisiones, ejército) le aseguran la reproducción de las relaciones de producción que sirven a sus intereses e instalan desigualdades.
             En tal situación, influenciados por la ideología dominante, los sujetos construyen sus sentidos de la realidad, con actitudes que van desde la criticidad hasta la ingenuidad, desde la aceptación, la resignación o la rebeldía. Lo cierto es que de ello resulta la subjetividad de cada uno, que lo hace ser como es y situarse socio cultural y económicamente en un determinado lugar de la estructura social.
            Sin embargo, tomar como categoría de análisis sólo a la escuela como aparato ideológico del Estado no resuelve el tema del sentido de realidad que construyen los sujetos.
            Hasta aquí nos hemos referido a los Estados como expresión de la Modernidad, caracterizada no sólo por el sistema capitalista y su consecuente forma de gobierno, sino también por establecer ciertas certezas que han orientado las diferencias de sentidos de la realidad. 
            “Basado previamente en la racionalidad, el hombre de la Modernidad ha tratado de construir un mundo más próspero y más justo. Sin embargo la ilusión puesta durante la Modernidad en la razón y en el conocimiento científico como gran constructor –salvador del mundo ha defraudado.” [8]
            Hay dos palabras clave en esta cita: la ilusión y el desencanto. En el marco de la ilusión los sujetos han podido, en general, darle un sentido optimista a la realidad. El uso de la razón generó posibilidades de progreso de las condiciones de vida como consecuencia del acceso al conocimiento. Sin embargo esta concepción del hombre, a partir del Siglo XX sufrió un desencanto que dio origen a la Posmodernidad. Modernidad y postmodernidad  configuran ambientes en los cuales los sujetos construyen su sentido de la realidad.
Así como la hoy cuestionada Modernidad promovía una subjetividad optimista, la Postmodernidad promueve una subjetividad escéptica ante la inestabilidad a que están expuestas las personas, en la cual las interpretaciones están atravesadas por un enorme caudal de información, por la vertiginosidad con que se produce el conocimiento y su consecuente provisionalidad. (RUIZ ROMÁN, C. p. 179)
Conclusiones.
                        No obstante acceder a concepciones compartidas acerca del mundo, el sujeto elabora su propio sentido de la realidad, particularizado  por sus experiencias de vida.
            De todos los componentes que actúan sobre los sujetos hemos destacado a la educación y a la ideología. Ambas categorías de análisis tienen, como la realidad misma de la que dan cuenta, carácter histórico y conforman contextos con determinadas características. Por eso distinguimos entre la Modernidad y la Postmodernidad, que sitúan a los sujetos de acuerdo a principios y valores diferentes.
            En este estado de situación, queda el sujeto, atrapado entre la Modernidad y la Postmodernidad, porque descartar la racionalidad  genera una incertidumbre paralizante y esperarlo todo de ella, un evidente desencanto. Nos queda entonces una diversidad de sujetos buscando una imagen del mundo que les permita encontrar un equilibrarse entre lo perdurable y lo fugaz, entre la realidad compartida y los propios significados de la propia realidad.


[1] HEIDEGGER M. “La época de la imagen del mundo”, Anales de la Universidad de Chile
[2] CASALI, C. A. Filosofía y educación. (Ficha de cátedra)
[3] GENEYRO, J.C. “Educación y ciudadanía: vicisitudes de algunos legados de la Modernidad” en RUBIO CARRACEDO, J. (et. al.,eds), Etica, ciudadanía y democracia, Málaga, Contrastes, Colección Monografía, Anuario nº 12, 2007
[4] Ibid.p. 260
[5] ALTHUSSER, L. A” Ideología y aparatos ideológicos del Estado”, en ALTHUSSER, L., Ideología y aparatos ideológicos del Estado, Feud y Lacan, Nueva Visión, bs. As, 1988
[6] Ibid. P. 6
[7] Las escuelas junto con las iglesias, la familia, el aparato jurídico, político, sindical, de información y cultural, constituyen los aparatos ideológicos del Estado)
[8] Ruiz ROMÁN, C. “La educación en la sociedad postmoderna: desafíos y oportunidades”, en  Revista Complutense de Educación, Vol. 21, Núm. 1, 2010

Relaciones entre el enfoque, las estrategias y las actividades en los procesos de enseñanza y aprendizaje

RELACIONES ENTRE ENFOQUE, ESTRATEGIAS Y ACTIVIDADES
                                                                                              PROF. Susana Lerner
Hemos estado analizando el capítulo I del texto de Rebeca Anijovich “Gestionar una escuela con aulas heterogéneas” y entre otras cuestiones nos detuvimos en el concepto de enfoque.
Nuestra autora define la palabra enfoque recurriendo a conceptos provenientes de la Óptica que puntualizan la idea de “hacer foco” en un objeto o en la imagen de un objeto, para luego referirse al enfoque como la dirección puesta en el interés por alguna cuestión y la intencionalidad de resolverla. De tal modo sigue el esquema de Mario Bunge, un epistemólogo positivista y ya clásico entre la intelectualidad del país.Específicamente Bunge define así el enfoque: Un enfoque es un cuerpo de conocimiento preexistente, junto con una interpretación de problemas, un conjunto de objetivos y una colección de métodos, un arquetipo que marca una conducción.
Esta definición nos puede echar luz sobre nuestras necesidades e inquietudes pedagógico-didácticas, por lo que vamos a desagregar sus términos y a tratar de darles un sentido.
·         Para enfocar una cuestión o problema necesitamos un cuerpo de conocimientos preexistentes, de los cuales partir para comenzar a resolver. En nuestro caso esos conocimientos los encontramos en las teorías pedagógico-didácticas y en las filosofías de la educación que han dado fundamento a los distintos tipos de escuelas: tradicional, escolanovista, tecnicista y social crítica. 
·         Necesitamos también interpretar el problema para saber en qué lugar nos posicionamos para buscar develarlo. Dicho esto sin descuidar que al interpretar le estamos agenciando nuestra propia impronta, asumiendo, haciendo conscientes nuestros atravesamientos ideológicos y que estamos realizando un análisis desde las Ciencias Sociales, las cuales admiten posicionamientos diversos y hasta divergentes. Todas las posibles interpretaciones mantienen una relación dialéctica con los conocimientos preexistentes.
·         Posicionarnos ante nuestro problema nos permitirá fijar objetivos, otorgándole significatividad y direccionalidad a nuestro problema, porque en este punto ya se puede definir un enfoque determinado.
·         Es posible que una colección de métodos resulte muy compleja a la hora de encontrar respuestas a un problema actual de la enseñanza. Por tal motivo a la hora de adoptar un enfoque recurrimos a las estrategias.
·         En consecuencia, al seleccionar estrategias, de acuerdo a nuestro enfoque, habremos elaborado un arquetipo de conducción aplicable a la enseñanza.
Antes de seguir con esta cuestión del enfoque y las estrategias, quisiera que reflexionemos un momento sobre una definición muy simple que encontré en un viejo diccionario de la vieja editorial Codex: Descubrir los puntos esenciales de un problema, para tratarlo acertadamente.
 Nuestros problemas tienen que ver con enseñar y aprende en la escuela y por tanto es importante encontrar esos puntos esenciales que nos orientarán sobre cómo resolverlos.
Ya estamos de acuerdo en la necesidad de encontrar el enfoque adecuado para seleccionar las estrategias de enseñanza que les faciliten a nuestros alumnos el acceso al conocimiento.
Encontrar el enfoque es la resultante de un proceso elaborado de identificación y convicciones basado en las teorías pedagógico-didácticas. No es un proceso azaroso, ni rápido, pero nos hará posible darle direccionalidad política e intencionalidad educativa a nuestro quehacer. Entonces seremos consciente de qué hacemos o no hacemos y de cómo y por qué lo hacemos o no lo hacemos.
Es el proceso que debemos hacer en la formación docente y que reconfiguraremos permanentemente durante el ejercicio de la profesión.
El enfoque así fundamentado nos guiará hacia las estrategias que constituyen los caminos por dónde transitar las clases.
Ustedes deberán estar pensando en cómo les llegan todos estos devaneos a nuestras niñas y a nuestros niños. Es claro que no llegamos al aula a explicarles las teorías pedagógico-didácticas, el enfoque y las estrategias seleccionadas. No obstante es saludable plantear la discusión junto con ellas y ellos, sobre cómo encarar las enseñanzas y los aprendizajes. Me estoy refiriendo al contrato didáctico y nótese que elegí plantear la discusión. Es decir, que cada una de las partes intervinientes en el mismo, tenga la oportunidad de explicitar sus términos, poniéndolos a consideración del resto. Si simplemente, desde el lugar de docentes a cargo de un grupo, informamos nuestros términos con la única expectativa de aceptación de parte de ellos, le restamos valor y legitimidad pedagógica a dicho contrato.
La democratización de la enseñanza es un valor que sustenta la inclusión social y escolar.
La legitimación pedagógica se anula mediante la imposición de criterios y acciones.
La discusión del contrato didáctico es sustento de todas las decisiones que alumnos y docentes tomen, en el proceso de enseñar y aprender, si bien es cierto que en tal proceso, somos los docentes los que llegamos al aula con líneas de acción y les proponemos actividades, experiencias de aprendizaje, que constituirán, en el mejor de los casos, aventuras escolares.
En la antesala del aula, al momento de preparar las actividades, en el mientras tanto del quehacer diario y en la apreciación de sus resultados, están todas nuestras reflexiones, ese trabajo de elegir y de reafirmar cada día qué maestro queremos ser