Los sujetos y la construcción del
sentido de realidad
Prof. Susana Lerner
Presentación
A
partir de la Modernidad se produce una importante resignificación de las
relaciones de los hombres con su mundo, respecto del medioevo.
“Se puede ver la esencia de la Edad
Moderna en que el hombre se libera de las ataduras del medioevo, en que se
libera hacia sí mismo (…) Ciertamente
que la Edad Moderna ha provocado,
como consecuencia de la liberación del hombre, un subjetivismo e individualismo.”
[1]
A partir de entonces habitará los tiempos de la historia con una
significación metafísica de sí mismo y de su mundo, distinta de la de la antigüedad y el medioevo. Se trata de la
Modernidad, que luego demudará en postmodernidad.
Interesa en el presente planteo
aproximar algunas ideas sobre cómo construye el hombre su imagen del mundo,
tanto en la Modernidad como en el cuestionamiento de la misma, en la
postmodernidad.
Para ello, algunas consideraciones
sobre la subjetividad concebida como la resultante de prácticas sociales
situadas en un determinado contexto histórico, en una realidad que si bien es
común a todos los que viven en ella, es factible de diversas interpretaciones
que dependen de las condiciones y del lugar que cada uno ocupa en la estructura
social
Tales prácticas sociales incluyen, por
cuestiones de convivencia, las influencias recíprocas de diversos componentes
del entorno en que se conforma y desenvuelve cada sujeto, de las cuales
destacaremos la educación.
Desarrollo:
De la educación como práctica social
dice CASALI, C “…La educación es el conjunto de las prácticas por medio de las
cuales se forman el hombre en cuanto sujeto de un sistema social.”[2]
En la misma ficha de cátedra, CASALI
(p.6) cita a José Luis Romero…”las normas que regulan el funcionamiento social
no reconocen un origen sagrado, sino que son elaboradas en la convivencia y
fundamentalmente en el consentimiento, son históricas y no absolutas.” (J.L.
Romero, 1987, p.115).
Subyace en la expresión de Romero
una superación del teocentrismo medieval, a la vez que plantea el protagonismo
del hombre como autor de las normas que aparecen como producto de la
convivencia. Así nos sitúa en el antropocentrismo propio de la Modernidad,
haciendo más precisamente alusión al sujeto moderno.
Si bien la realidad es asumida,
socialmente, en procesos que superan la mera individualidad de cada sujeto, éstos la interpretan de una
determinada manera, que dependerá del proceso de construcción de sí mismo, como
resultante de su propia trayectoria en un determinado contexto donde
intervienen múltiples componentes y legados de difícil jerarquización.
No obstante, la educación es entre
todos los componentes y legados, de reconocida relevancia cuando se trata de
insertarse en la realidad y de definir cómo concebirla.
Al analizar los legados de la
modernidad respecto de la educación y la ciudadanía, GENEYRO J.C. (2007 pp.248
a 250) hace un recorrido desde Comenio, Rousseau, Bacon, Locke, Hobbes,
Humboldt, Mill Comte y Durkheim. Estos dos últimos resultan de interés
considerando las funciones sociales y políticas
que a partir de la Revolución Francesa de 1789 le son asignadas por los
Estados Modernos a los Sistemas Educativos.
Para estos Estados modernos fue
necesaria la formación de ciudadanos en concordancia con sus principios, por lo
que la educación pasó a concebirse como un proceso de socialización encuadrado
en la adaptación del individuo –ciudadano a un fondo común de verdades que toma
la forma de mandato y constituye una identidad cívica homogénea. En esta línea
nos encontramos en principio con Comte y luego con Durkheim.
“La importancia de la inclusión de
una formación científica básica para la educación del individuo y el ciudadano
queda cristalizada en las propuestas de A. Comte; uno de los legados con mayor
impacto en las políticas y prácticas educativas a partir de la segunda mitad
del Siglo XIX, particularmente en las etapas de reorganización y consolidación
de los Estados Nacionales en varios países latinoamericanos”[3]
Comte partiendo
de la advertencia de un caos social debido a la existencia de intereses
materiales egoístas entre los individuos, platea establecer un poder espiritual
que origine un nuevo consenso cívico.
“A través de su ley de los tres
estadios anuncia un nuevo orden social y político, un estadío científico –
industrial que requiere de un nuevo fondo común de verdades para superar el
caos y anarquía bajo la consigna de
Amor, Orden y Progreso, fondo común de verdades que deberá configurarse por un
nuevo poder espiritual, generado por los científicos y trasmitido por la
educación”[4]
Por su parte, Duekheim
entiende la educación como un proceso de socialización mediante el cual las
generaciones adultas trasmiten a las jóvenes el legado cultural adaptándose al
cual éstas podrán asumirse como individuos y ejercer su ciudadanía en términos
democráticos. Esta socialización se llevará a cabo en dos etapas: una homogénea
, común a todos en cuanto a adaptación al legado cultural que incluye valores y
saberes y otra heterogénea, de formación laboral elegida libremente según preferencias de los
sujetos. En esta última etapa Durkheim apela a un sentido de la igualdad en las
condiciones exterior al individuo y al trabajo como expresión de autonomía.
Cabe destacar que el devenir de los tiempos y las distancias entre las
teorías y sus puestas en actos en la configuración de las realidades, pondrán
en tela de juicio a Comte y a Durkheim. Es oportuno, por tanto, citar una vez
más a GENEYRO (p. 264)…” en estos tiempos donde la exclusión, la marginación y
la segregación campean por el mundo, ella debe incluir aquellos derechos y
condiciones sociales que den sustento a los proyectos de vida, o sea, a la
proyección de vida de cada individuo y ciudadano”.
Las oportunidades de acceso a la
educación, constituyen un elemento básico en la construcción social del sujeto,
cuando de concebir la realidad se trata. ¿En qué términos puede concebirse la
realidad para quienes sufren la marginación o la exclusión social?
En este punto es dable regresar a la
preocupación de los Estados Nacionales Modernos por la formación de los
ciudadanos, considerando en consecuencia la función política de la educación.
En principio hay que aclarar qué significa que los estados Modernos
desarrollen la función política de la educación
y para ello es necesario analizar las funciones de la escuela como
agente de control ideológico.
Althusser plantea la pregunta “¿Qué
se aprende en la escuela?”[5]
Antecede en este texto la reproducción de las fuerzas de trabajo. Se
responde…”se aprende a leer, escribir, contar, o sea algunas técnicas, y
también otras cosas, incluso elementos (que
pueden ser rudimentarias o por el contario profundizadas) de “cultura
científica o literaria”, utilizable directamente en los distintos puestos de
producción (una instrucción para los obreros, una parte para los técnico, una
tercera para los ingenieros, otra para los cuadros superiores, etc.)”[6]
La cita nos da idea del
establecimiento de circuitos educativos para lo cual se hace una selección de
oportunidades que el mismo Estado distribuye. Además es necesario agregar que junto con la
calificación laboral se imponen convicciones y conductas sociales de sometimiento a la ideología
dominante, sustentadas desde el ejercicio del poder, núcleo desde el cual se
organiza la red de escuelas.[7]
Ambas funciones, la distribución de oportunidades y la imposición ideológica,
las logra el Estado mediante el ejercicio de la violencia simbólica, que junto
a la violencia material (policía, tribunales, prisiones, ejército) le aseguran
la reproducción de las relaciones de producción que sirven a sus intereses e
instalan desigualdades.
En tal situación, influenciados por la
ideología dominante, los sujetos construyen sus sentidos de la realidad, con
actitudes que van desde la criticidad hasta la ingenuidad, desde la aceptación,
la resignación o la rebeldía. Lo cierto es que de ello resulta la subjetividad
de cada uno, que lo hace ser como es y situarse socio cultural y económicamente
en un determinado lugar de la estructura social.
Sin embargo, tomar como categoría de
análisis sólo a la escuela como aparato ideológico del Estado no resuelve el
tema del sentido de realidad que construyen los sujetos.
Hasta aquí nos hemos referido a los
Estados como expresión de la Modernidad, caracterizada no sólo por el sistema
capitalista y su consecuente forma de gobierno, sino también por establecer
ciertas certezas que han orientado las diferencias de sentidos de la
realidad.
“Basado previamente en la
racionalidad, el hombre de la Modernidad ha tratado de construir un mundo más
próspero y más justo. Sin embargo la ilusión puesta durante la Modernidad en la
razón y en el conocimiento científico como gran constructor –salvador del mundo
ha defraudado.” [8]
Hay dos palabras clave en esta cita:
la ilusión y el desencanto. En el marco de la ilusión los sujetos han podido,
en general, darle un sentido optimista a la realidad. El uso de la razón generó
posibilidades de progreso de las condiciones de vida como consecuencia del
acceso al conocimiento. Sin embargo esta concepción del hombre, a partir del
Siglo XX sufrió un desencanto que dio origen a la Posmodernidad. Modernidad y
postmodernidad configuran ambientes en
los cuales los sujetos construyen su sentido de la realidad.
Así como la hoy cuestionada Modernidad promovía una subjetividad
optimista, la Postmodernidad promueve una subjetividad escéptica ante la
inestabilidad a que están expuestas las personas, en la cual las
interpretaciones están atravesadas por un enorme caudal de información, por la
vertiginosidad con que se produce el conocimiento y su consecuente
provisionalidad. (RUIZ ROMÁN, C. p. 179)
Conclusiones.
No
obstante acceder a concepciones compartidas acerca del mundo, el sujeto elabora
su propio sentido de la realidad, particularizado por sus experiencias de vida.
De todos los componentes que actúan
sobre los sujetos hemos destacado a la educación y a la ideología. Ambas
categorías de análisis tienen, como la realidad misma de la que dan cuenta,
carácter histórico y conforman contextos con determinadas características. Por
eso distinguimos entre la Modernidad y la Postmodernidad, que sitúan a los
sujetos de acuerdo a principios y valores diferentes.
En este estado de situación, queda
el sujeto, atrapado entre la Modernidad y la Postmodernidad, porque descartar
la racionalidad genera una incertidumbre
paralizante y esperarlo todo de ella, un evidente desencanto. Nos queda
entonces una diversidad de sujetos buscando una imagen del mundo que les permita
encontrar un equilibrarse entre lo perdurable y lo fugaz, entre la realidad
compartida y los propios significados de la propia realidad.
[2] CASALI, C. A. Filosofía
y educación. (Ficha de cátedra)
[3]
GENEYRO, J.C. “Educación y ciudadanía:
vicisitudes de algunos legados de la Modernidad” en RUBIO CARRACEDO, J. (et.
al.,eds), Etica, ciudadanía y democracia,
Málaga, Contrastes, Colección Monografía, Anuario nº 12, 2007
[5]
ALTHUSSER, L. A” Ideología y aparatos ideológicos
del Estado”, en ALTHUSSER, L., Ideología
y aparatos ideológicos del Estado, Feud y Lacan, Nueva Visión, bs. As, 1988
[7]
Las escuelas junto con las iglesias, la familia,
el aparato jurídico, político, sindical, de información y cultural, constituyen
los aparatos ideológicos del Estado)
[8]
Ruiz ROMÁN, C. “La educación en la sociedad
postmoderna: desafíos y oportunidades”, en
Revista Complutense de Educación, Vol.
21, Núm. 1, 2010