Las primeras
luchadoras docentes
Introducción
Estamos
ante una temática tan interesante como rica conceptualmente. Es imposible abarcarla en su totalidad, pero
eso no impide que nos permitamos el
placer de abrir estas cuestiones, tan inherentes a la condición humana y por
ende a la condición docente.
Este
trabajo está destinado a los estudiantes de los Profesorados de Educación
Primaria e Inicial por lo tanto sus propósitos son:
-Orientar la reflexión histórica
y pedagógica hacia los orígenes de la constitución del magisterio en Argentina.
-Identificar las primeras luchas
docentes.
-Valorar la participación de la
mujer argentina en la configuración y sostenimiento de la educación pública.
-Asumir desde el conocimiento, la
pertenencia al colectivo social docente.
Todos
los aspectos trabajados están fuerte e ineludiblemente relacionados con la
historia de nuestro país. También podemos decirlo de otra manera, aunque en el
fondo signifique lo mismo: todos los hechos educativos son causa y consecuencia
del acontecer histórico, y no sólo de nuestra Argentina. Este es un fenómeno
universal, porque es paradigmático en la
construcción de los conocimientos de las Ciencias Sociales.
Por
lo dicho es dable entender la referencia constante a los sucesos de la historia
de nuestro país, porque implica situar los hechos educativos en el contexto
real en que han tenido lugar.
Nuestras
luchadoras le han dejado a la docencia argentina una herencia de dignidad hecha de convicciones muy firmes y muy fuertemente
sostenidas.
En
el marco de la defensa de los derechos humanos, civiles y políticos de los
trabajadores, hombres, mujeres y de los niños, muchas de ellas eligieron la
docencia como estilo de vida y modo de lucha.
Justo es decir
que hubo muchos hombres y muchas mujeres
que tomaron el camino de estas luchas desde el sindicalismo y desde la
militancia política. También hubo muchos docentes del sexo masculino que participaron,
pero hemos recortado la temática remitiéndonos a las mujeres que desde la
docencia asumieron la defensa del espacio social libertario del colectivo
femenino.
La diversidad cultural
de los inmigrantes
Las
corrientes inmigratorias comienzan a llegar al país en las últimas décadas del
S.XIX y principios del S.XX.
Ya
para finales del S.XIX habían llegado 3.000.000 de inmigrantes, de los cuales
el 35% eran analfabetos. El resto pasó a
formar parte de una cierta clase media rural y urbana. Algunos, los que
llegaron primero, dice Galazzo (2011; pp.89) se pudieron hacer dueños de las
tierras aún disponibles; los restantes se hicieron arrendatarios. Los últimos
en llegar se radicaron en las ciudades.
Lo
cierto es que estos inmigrantes eran campesinos sobrantes del proceso de
modernización europea o de la desintegración del artesanado. Puiggrós (2003; pp.
91) los resume en “católicos y analfabetos, algunos anarquistas y socialistas;
había refugiados políticos y ateos,
agnósticos, protestantes y judíos.” En
suma, no eran la clase de inmigrantes que esperaba la oligarquía criolla, pero
fueron los que tuvieron la osadía de abandonar su patria de origen y llegar
ávidos de cambio y progreso. Llegaron a “hacerse la América”.
Propietarios
y arrendatarios, en las zonas rurales algunos, otros en las ciudades, se
hacinaron en conventillos y sobrevivieron desempeñando oficios tales como
albañiles, cocheros de plaza, pequeños comerciante entre los que se contaron
los gallegos almaceneros, mozos de café, tenderos judíos y turcos vendedores
ambulantes. Gran parte de ellos sostuvieron la posibilidad de ascenso social a
través de sus hijos. Se esforzaron por hacerlos estudiar para que se conviertan
en “dotores”, calificativo que se daba a los médicos.
Sin
embargo Norberto Galazzo reconoce otro tipo de inmigrantes: “…el luchador
social, el agitador de masas, el hombre
que ha enarbolado el estandarte rojo en Europa, en pos de una sociedad
igualitaria, y por esta razón, ha sido perseguido por la policía de los
poderosos. Son los inmigrantes de la utopía, los portadores de las nuevas ideas
de redención social.” [1]
Fueron
socialistas y anarquistas. Sus diferencias radican en que los socialistas llegaron a Argentina
provenientes de países capitalistas con un importante desarrollo industrial
para la época, como Francia y Alemania. Tenían experiencias como obreros de
fábrica, pero nuestro país no estaba industrializado. Los anarquistas, en cambio llegaron desde países como España,
Italia y Rusia. Surgen a partir de la desintegración del artesanado.
No obstante tuvieron en común sus dificultades para integrarse a nuestro
país, lo que hizo que se agruparan formando colectividades.
¿Quiénes eran realmente los anarquistas?
La
conocida consigna “ni Dios, ni Patria, ni Estado”, fue, como lo dice Galazzo en el libro ya citado, sostenida por esos
artesanos y hombres de oficio que conservaron sus instrumentos de producción y
se negaban a la proletarización. Fueron sumamente combativos, verdaderos
luchadores por lo que llegaron a ejercer influencias entre los trabajadores de
la carne y los marítimos, ambos sectores duramente explotados.
En
Argentina se agruparon y realizaron actividades como la organización de
bibliotecas, la edición de periódicos, armaron grupos de teatro, conferencias,
huelgas y no faltaron bombas en los 1º de mayo.
Todas estas actividades se fundamentaron en un total repudio al
capitalismo, el Estado y la religión. Lucharon contra:
·
La injusticia económica, la propiedad privada concentrada en un reducido sector privilegiado
de la sociedad y la apropiación de la tierra, las máquinas, los instrumentos de
trabajo, Propusieron una organización basada en la cooperación y la producción.
·
La injusticia política, por ser una forma de
opresión del hombre por el hombre. Para superar esta situación plantearon la
supresión del Estado y su reemplazo por la federación libre y espontánea de las
asociaciones de producción y consumo, basadas en los intereses propios de los
sectores explotados.
·
La mentira patriótica que en nombre de amor al
país donde se ha nacido legitima las condiciones de desigualdad. Los
proletarios de todos los países deberían comprender que no se trata de
nacionalidades sino del bienestar, la libertad y fraternidad de todas las
patrias, en beneficio del ser humano.
·
La mentira religiosa que aprovechándose de la ignorancia
fomenta el sometimiento, la resignación con la promesa de una vida eterna
placentera y con ello la fundación de la tiranía de las religiones que
resultaron triunfantes en la lucha entre la superstición y la ciencia. La
sumisión ejercida por las religiones, en connivencia con los sectores que
detentan el poder desaparecerá con el triunfo de la ciencia, cuando mediante la
instrucción el hombre libere su conciencia.
·
La mentira matrimonial que mediante un contrato
mercantil legitima la unión sin amor que sólo desaparecerá con la igualdad
completa de ambos sexos, con la abolición de las desigualdades de clase y la
ficción jurídica. Así se restituirá el amor, libre de intereses y prejuicios.
En síntesis rechazaron
fervientemente los principios del capitalismo
a la vez que valorizaron la relación humana, la camaradería, la
importancia de los afectos, la solidaridad
y el espíritu militante. Su cerrado antiestatismo les impidió
presentarse a elecciones.
Sus luchas,
sus bombas, sus huelgas, sus producciones culturales, crecieron en importancia
entre 1878 y 1910, aunque sufrieron un
duro golpe con la Ley De Residencia sancionada en 1902.
Los socialistas
Las ideas
socialistas llegan a nuestro país con los luchadores sociales europeos.
Adhieren a ellas los empleados ferroviarios, los tranviarios, los dependientes
de comercios, empleados municipales, docentes y de la administración nacional,
profesionales (médicos y abogados) y pequeños comerciantes
Sus ideas adquieren
institucionalidad con la fundación como partido político en 1896.
Norberto
Galazzo, en la obra que venimos consultando transcribe uno de sus primeros
programas electorales donde obran sus propuestas.
Proponen el
sufragio universal, inclusive para las mujeres. La inscripción en los registros
civiles, las autonomías municipales, la supresión de las prerrogativas al clero
y la confiscación de sus bienes, la supresión de los ejércitos permanentes a la vez que el armamento general del pueblo y la abolición
del precepto legal de no admitir atenuación por la ignorancia de las leyes.
En cuanto a la
situación de los trabajadores preconizan la jornada laboral de ocho horas para
los adultos, de seis para los jóvenes entre catorce y dieciocho años y la abolición
del trabajo para los menores de catorce años.
En cuanto al
trabajo de las mujeres proponen reglamentarlo y prohibir los trabajos
antihigiénicos e inmorales, así como la igualdad salarial para los trabajadores
de ambos sexos.
Quisieron
imponer un descanso semanal de treintaiséis horas, la inspección de las
fábricas y de las habitaciones de los obreros, la responsabilidad de los
patrones en los accidentes de trabajo, la creación de tribunales nombrados por
patrones y obreros donde dirimir sus diferencias.
Todas sus propuestas
estuvieron dirigidas a disminuir la explotación de los trabajadores y a
reivindicar los derechos democráticos para hombres y mujeres.
Presentados a
elecciones, en 1904 lograron contar con el primer diputado socialista de
América: Alfredo Palacios.
Diferencias entre anarquistas y
socialistas ante la educación de los sectores populares
Como
señaló Daniel Filmus (1992; pp.25) desde sus orígenes el Movimiento Obrero
Argentino manifestó preocupación por la educación de los trabajadores y sus
familias, lo cual generó profundos debates que “…permiten visualizar muy
claramente las posiciones que manifestaban frente al Estado y al orden social
vigente las diferentes corrientes ideológicas que actuaban dentro de los
sindicatos.” [2]
Existieron
divergencias muy notorias entre los anarquistas y los socialistas. Mientras
para los anarquistas la educación a cargo del Estado transmitía la ideología
burguesa y se constituía por eso en un instrumento de opresión hacia los
pueblos, sobre todo para los
trabajadores; entre los socialistas coexistieron dos perspectivas con respeto a
la educación.
Según
una primera perspectiva se cuestionaba el monopolio de la educación estatal y
proponía desarrollar desde los sindicatos acciones educativas propias, en
cierta concordancia con los anarquistas. Sin embargo, estos últimos planteaban este
tipo de acciones educativas como una alternativa a la educación oficial, a
cargo del Estado, a diferencia de esta perspectiva socialista que las planteaba
como complementarias de las estatales.
La otra
perspectiva socialista planteaba la defensa, mejora y difusión de la escuela pública
estatal.
Las
diferencias entre las dos perspectivas generaron mucho debate interno en el partido socialista,
hasta que en 1910 se optó definitivamente por la escuela pública a cargo del
Estado como responsable de la educación de las clases trabajadoras, por lo cual
le realizaron fuertes demandas para el cumplimiento de sus obligaciones.
La diversidad pedagógica de los educadores entre las dos últimas décadas
del S.XIX y las dos primeras del S.XX
En
la llamada época de la Organización Nacional (última décadas del S.XIX) los
gobiernos impulsaron políticas alfabetizadoras que más allá de las enseñanzas
básicas de lectura, escritura y cálculo procuraron homogeneizar el pensamiento y reorganizar el
sistema social en el sentido en que Augusto Comte sostuvo que la asunción por parte de todos de
una teoría social única, de una ideología única conduciría a la solución de
conflictos.
Agreguemos
nuestro comentario preguntando si la “no conflictividad social” significaba no
obstaculizar de ningún modo el ejercicio del poder de la oligarquía gobernante,
para la cual esto se traduciría en ¿paz social?
Volvamos
al núcleo de nuestro interés, es decir a fines del S.XIX en nuestra Argentina, en
la cual la trama social tuvo variados
componentes:
ü
las identificaciones con los caudillos locales eran
más vívidas que la identificación con la idea de Nación. En realidad el país no
era más que una suma de territorios que había que integrar.
ü
las corrientes inmigratorias trajeron sujetos
sociales provenientes de diferentes culturas que había que integrar.
ü
La necesidad de resolver de alguna manera la
antinomia civilización y barbarie para
definir los términos y alcances de la integración que se buscaba.
La escolarización de una
población tan heterogénea prometía, según los sectores que ejercían el poder, su
homogeneización a la vez que el armado de una estructura social que beneficiaba
a la clase gobernante.
Surge
entonces el Normalismo, adscripto al positivismo pedagógico, aunque desde la
fundación de su entidad madre, la Escuela Normal de Paraná en 1870, la
formación de maestros recibió también influencias del krausismo, del
liberalismo y hacia la primera mitad el
Siglo XX, del escolanovismo.
Sin
embargo, en el período que nos ocupa, entre las dos últimas décadas del S.XIX y
las dos primeras del S.XX no todos los
docentes adhirieron al Normalismo. La resistencia no provenía únicamente de
anarquistas y socialistas. Veamos cómo surge una nueva entidad política.
La aparición de una nueva fuerza política: el radicalismo
En
la última década del S.XIX en medio de una crisis económica, financiera,
política y social que sufre la República gobernada por Juárez Celman surge la
Unión Cívica, un movimiento opositor liderado por Leandro Alem, que el 26 de julio de 1890 con
soldados y civiles armados toman el Parque de Artillería, en un estallido
conocido como la Revolución del Parque. Al cabo de dos días de luchas armadas
los insurrectos se rinden, pero si bien militarmente fueron sofocados, el Presidente
había perdido gobernabilidad y presionado desde afuera y desde dentro de su
partido, debió renunciar.
Galasso
dice respecto de este momento de nuestra historia:
“Para la Historia oficial, la Revolución
del 90 constituye una reacción democrática, en defensa de la ética y la
libertad, un levantamiento moral contra un gobierno corrupto, una lucha del
pueblo contra una oligarquía que usurpa el poder. Constituiría además, el punto
de partida de una nueva vida política argentina, signada por la aparición de la
Unión Cívica y su líder, Leandro Nicéforo Alem, gran regenerador de costumbres y
reivindicador de la democracia. También se suele señalar que allí surgen las
principales figuras alrededor de las cuales girará la política en las próximas
décadas. Alem e Irigoyen, del radicalismo; Lisandro de la Torre, radical ahora pero
futuro líder demócrata progresista y el médico Juan Bautista Justo, después
orientador del Partido Socialista.
La
mayor parte de las corrientes historiográficas y políticas coinciden con esta
interpretación.”[3]
Por
cierto que los sucesos, los cruces ideológicos y las aspiraciones al poder
entretejieron una interesante trama histórica, pero la intencionalidad de
nuestro trabajo nos reencauza hacia las primeras luchas por una educación que
garantice la igualdad de derechos.
Los que no adhirieron al Normalismo
Podemos
identificar tres grupos con propuestas
educativas opositoras al Normalismo: anarquistas, socialistas y radicales.
Los anarquistas:
Partían de
reconocer a la comunidad como el núcleo educador fundamental, rechazando así la
intervención del Estado, porque sólo el pueblo podía detentar legítimamente la
función de educarse, por lo cual dieron mucha importancia a las sociedades populares
de educación y a las escuelas libertarias.
Es importante
aclarar a quiénes se referían estos anarquistas argentinos cuando hablaban
de pueblo, “…reduciéndolo a las mujeres, los niños, los adultos analfabetos y
los obreros. Este sujeto debía ser ilustrado en la teoría anarquista y en los
principios universales de la naturaleza y la sociedad.”[4]
En el libro
recién citado Puiggrós refiere algunos párrafos de la conferencia que Julio. R
Barcos, (educador anarquista que sin embargo desempeñó importantes cargos
públicos en el sistema educativo de nuestro país) pronunció en 1913 en la Casa
Suiza, en la que se pone de manifiesto la preocupación que les generaba a los
anarquistas argentinos la enseñanza de la religión y del nacionalismo. En la
ocasión Barcos distingue entre una escuela sectaria religiosa que forma “almas
para el cielo” y una escuela moderna que forma “autómatas para la patria”. En
ninguna de estas escuelas se forman “espíritus independientes abiertos a la
religión del amor a la humanidad, capaces de pensar y amar por cuenta propia”.
Hemos hecho
mención de un educador anarquista, Julio Barcos ante la necesidad de dejar
establecidos los principios rectores de la educación tal como la entendieron los anarquistas de la época que
estamos analizando. Pero es necesario
tener en cuenta que en el activismo de este movimiento las mujeres cumplieron un papel muy activo,
además de no perder de vista que el presente trabajo está centrado en las
mujeres luchadoras de fines del S.XIX y principios del S.XX.
El anarquismo dio
gran importancia a la cultura. Organizaron grupos de teatro, bandas de música y
escuelas de formación de sus cuadros. En
todas estas actividades participaron las mujeres “uniendo a las
reivindicaciones comunes con sus compañeros, las propias del género”, dice
Felipe Pigna.[5]
Acompañaron
activamente las huelgas de trabajadores y habitantes de los conventillos, en
reclamo de sus derechos y destacaron por sus publicaciones en periódicos y
revistas, como es el caso de Virginia Bolten, Juana Rouco Buela, Teresa
Caporaletti y María Collazo. Todas ellas
fueron integrantes fundadoras del Centro Femenino Anarquista.
Las
anarquistas asumieron el feminismo no como una forma de lucha por lograr leyes
protectoras, ni por sus derechos
políticos. Trascendieron la lucha por su condición de trabajadoras bregando por
su misma condición de mujeres sometidas social y culturalmente a los hombres,
buscando la recuperación de su dignidad como seres humanos.
Sus aportes
fueron muy valiosos para la superación y mejoramiento de la condición femenina
en términos socioculturales en general y para el caso específico de la constitución del magisterio argentino, pues debemos
recordar que nuestras primeras maestras
y profesoras fueron sometidas a desigualdades semejantes a las del resto de su
género en la época que nos ocupa.
Las socialistas:
Mostrando un
fuerte rechazo al orden conservador, sin embargo defendieron la función central
del Estado, al que interpelaron con respecto a sus obligaciones para con la
sociedad civil. Depositaron su confianza en la acción parlamentaria. Encauzaron
sus luchas hacia la acción política por
sobre la sindical.
Nos dice
Pigna: “Apoyaban la separación de la Iglesia y el Estado y el reemplazo de un
ejército permanente por una milicia civil.
Fueron pioneros
en la defensa del voto femenino. Luchaban contra la trata de blancas, a favor
de la legalización del divorcio, el aumento del presupuesto educativo y la
jornada de ocho horas.”[6]
Aunque Pigna,
en el libro citado considera que los socialistas argentinos eran moderados,
influidos más por el liberalismo que por el marxismo. Graciela Morgado marca la
diferencia entre las feministas liberales y las socialistas.
Morgade lo expresa
así: “Por un parte, entonces un feminismo que, lejos de cuestionar en su totalidad
el orden social vigente, consideraba que bastaba con “hacer ver” a los poderes
públicos y a la sociedad en general que las mujeres debían tener derechos y oportunidades de desarrollo. Frente a él un
feminismo socialista que consideraba la
subordinación femenina como una injusta profundización de la división de clases
perpetuada desde los mismos poderes del
Estado. Directamente vinculados con estas tendencias se encuentran los
programas de acción propuestos para las mujeres en cuanto a la educación y el
trabajo.”[7]
Resulta obvio
que al referirse Morgado a un feminismo limitado a la denuncia de las
desigualdades sufridas por las mujeres, nos está hablando de las feministas
liberales. Las socialistas, en cambio proclamaron los derechos políticos y
sociales de la mujer, la igualdad de oportunidades en cuanto a la educación y
la necesidad de las mujeres de trascender la esfera privada de las tareas en el
hogar para realizar actividades laborales en espacios públicos. El ejercicio
del magisterio les dio esa oportunidad, que las mujeres supieron apropiarse muy
bien, al punto de hacer de la docencia, un trabajo mayoritariamente femenino,
ya desde los orígenes del Sistema Educativo Argentino.
Entre las primeras luchadoras de la docencia encontramos
muchas mujeres que a través de su trabajo como educadoras, sostuvieron los
principios y valores del feminismo combativo y del socialismo.
Mujeres que no
blandieron la espada, pero lucharon organizando las primeras huelgas docentes
ante las injusticias de sus bajos salarios o aún de no percibirlo por largo
tiempo. Lucharon con sus acciones, con la palabra, con sus discursos y mediante
la publicación de artículos en periódicos y revistas.
Hubo muchas
mujeres militantes del socialismo entre las que podemos nombrar a Gabriela
Laperrière y a las hermanas Fenia, Adela y Mariana Chertkoff.
No obstante el
presente trabajo abre un espacio dedicado especialmente a las que eligieron la
docencia para establecer sus trincheras.
Sólo algunas, entre muchas
Hablemos
entonces de Carolina Muzilli, argentina nativa, hija de una familia de
inmigrantes italianos, de clase obrera. Realizó sus estudió en el Profesorado
de Lengua Vivas, que se costeó a sí misma trabajando como modista. Muy joven,
con apenas 18 años se afilió al Partido Socialista y comenzó a publicar
artículos en el periódico La Vanguardia, que había sido fundado por Juan
Bautista Justo en 1894, dos años antes de la fundación del partido. Había
nacido en 1889 y falleció en 1917. Su vida fue muy corta pero sus escritos
dejaron una profunda huella en defensa de los derechos de las mujeres obreras.
Hablemos
también de una mujer ilustre, Alicia Moreau de Justo. Se la conoce por su militancia
en el partido Socialista, porque se recibió de médica en 1914 y luego se
doctoró con su tesis sobre la función endócrina del ovario, pero para nosotros
es importante destacar que muchos años antes, en 1902, Alicia se recibió de maestra en el
Normal 1 de la Avenida Córdoba de la Capital Federal. Ya doctorada ejerció la
docencia a nivel universitario, en la cátedra
de fisiología de la Universidad
Nacional de La Plata Vivió 100
años intensos de acciones en favor de la emancipación civil y política de la
mujer.
Sin olvidar a Justa
Burgos de Meyer, docente y escritora socialista, fundadora junto con su
compañero Manuel Meyer, del Partido Socialista en la ciudad de La Plata a
instancias del mismo Juan B. Justo. Logró ser aceptada como miembro titular del
secretariado del local del partido en 1904. Formó parte del grupo editor de la
revista “Nosotras”, importante órgano del socialismo, desde el cual difundió
sus ideas sobre la emancipación de las mujeres a través de propuestas como el
divorcio vincular, la emancipación jurídica y sobre todo la ilustración, verdadero
motor de la liberación femenina.
Qué decir de la maestra Justina Pascuala
Cueto. Luego de algunos años de docencia entre 1880 y 1890 fue designada
directora de la Escuela Nº 2 de Morón donde fue protagonista de una destitución
injusta de parte del comisionado escolar, el Sr. Ciris Pignetto. Se la acusó de
comprar un piano para la escuela (mediante suscripciones y con el aporte de sus
propios ahorros), de solicitar dinero para comprar artículos de limpieza, de desobedecer
órdenes del Consejo Escolar, de desarrollar una enseñanza deficiente, de ser
maestra de una escuela socialista, de darles a los niños conferencias después
de clase, de no ir a misa y de ser la directora de una revista en la que escribe
contra las decisiones del Consejo Escolar.
La comunidad
de Morón se alzó en su defensa, desmintiendo públicamente las acusaciones y
declarando además que la Señorita Pascuala ha enseñado en la escuela obrera
local, donde varios artesanos concurren por las noches a recibir los rudimentos
de la enseñanza bajo el patrocinio de personas de buena voluntad.
En cuanto a la
revista “El adelanto” que dirigía Pascuala, los vecinos afirmaron que se
ocupaba únicamente de la enseñanza primaria. Junto a estas aclaraciones solicitaron por nota al Gobernador que se abra una
investigación que ponga las cosas en su verdadero lugar porque el proceder del
comisionado era incorrecto y que se nombre un Inspector imparcial. El mismo
día, 13 de septiembre de 1903 se realizó un meeting con desfile por las calles Morón, en favor de la Señorita Pascuala.
Previendo que
la reincorporación solicitada sería un trámite largo, el Centro Socialista Femenino
planteó la apertura de una escuela para niños de ambos sexos que estuviera a
cargo de Pascuala. Esta escuela comenzó
a funcionar el 1 de marzo de 1904 y se llamó Escuela Popular Laica de Morón. Muy pronto la escuela contó con el apoyo de
numerosas familias del lugar e instituciones como la Sociedad Protectora de la
Instrucción de Morón, la Sociedad Cosmopolita de Trabajadores, la Escuela
Práctica de Agronomía y de algunas Logias masónicas.
Para 1905
contaban con 100 alumnos, un 35% en forma gratuita y el resto abonando una
pequeña cuota.
Entre sus
acciones innovadoras se cuenta la creación de un Jardín de Infantes y el
comienzo de la capacitación docente.
La metodología
empleada en las clases impulsaba la adquisición de conocimientos prácticos.
Para 1908 la
escuela cubría el Jardín de Infantes, el nivel primario completo, los tres
primeros años del Colegio Nacional y clases nocturnas para trabajadores. Había
además maestros de música, francés, italiano y corte y confección. Las clases
nocturnas permitían preparar a alumnos para el Colegio Nacional y muchas
señoritas hacían los cursos preparatorios del magisterio. Había también
maestras en ejercicio de localidades vecinas que venía a capacitarse.
A pasar de
estos logros en 1910 la Escuela Popular Laica de Morón dejó de funcionar. Se
adujo que era difícil de sostener debido a los costos de su funcionamiento. El
Partido Socialista sobre todo después de su IX Congreso proclamó que definitivamente
el Estado debía proveer los recursos necesarios para la enseñanza y el fomento
de las escuelas y nada debía hacerse para liberarlo de estas obligaciones.
Las radicales:
La
Unión Cívica, surgida en 1890 y devenida en 1891 en Unión Cívica Radical,
convocó a muchas feministas librepensadoras.
Tomemos
la caracterización que hace Norberto
Galasso “…puede definirse al radicalismo
como un movimiento de masas de naturaleza democrática, nacional y agrarista. Es
democrático en la medida en que levanta, como objetivo fundamental, la
soberanía popular a través del sufragio universal… así como por el respeto a la
libertad de prensa, derechos y garantías individuales, división de poderes, y
demás libertades públicas.”[8] Se
puede comprender que la Unión Cívica Radical atrajera a las feministas, como un
espacio político desde donde poder extender
estos principios democráticos al mejoramiento de las condiciones de vida
y los derechos civiles y políticos de las mujeres.
En
cuanto al sistema educativo el autoritarismo y la burocracia estatal generaron
disconformidades respecto del Normalismo imperante e inclinaron a estas
primeras luchadoras docentes hacia la búsqueda de marcos de referencia
conceptuales más cercanos al humanismo y
a posiciones pedagógicas centradas en los niños, como se venía propugnado en
Europa.
El radicalismo encuentra su
fundamento en el krausismo y esto atrae a nuestras librepensadoras, que sin
embargo no se apartan del sistema público de enseñanza al cual también, como
las socialistas, interpelan y responsabilizan de la educación de las jóvenes
generaciones de argentinos.
Elvira:
Es de nuestro interés recordar que
Elvira Rawson. Estudió en la Escuela Normal de Mendoza, de donde egresó en 1884
como Maestra Normal. Ejerció esta profesión solamente un año, pues luego
ingresó a la Facultad de Medicina en la Universidad de Buenos Aires, de donde
egresó con el título de médica en 1892. Fue la segunda mujer en obtener ese
título en Argentina, la primera fue Cecilia Grierson
Es destacable
la actuación de Elvira en la Revolución del ´90, que siendo aún una estudiante
de medicina participó activamente
auxiliando a los heridos de ambos bandos. Su actuación le valió el
reconocimiento público de Leandro Alem y del General Campos, quien dirigió las
fuerzas militares que tomaron el Parque de Artillería, situado en la actual
Plaza Lavalle.
En el
informe del General Campo se puede leer:
“No debo pasar adelante sin mencionar antes, entre las personas que han
prestado su consagración a los heridos, a la Señorita Rawson, estudiante de
medicina, que con su noble ejemplo animaba a los heridos y que allí en ese
campo de desolación, era la digna representante de la mujer argentina, siempre
pronta a la caridad y al sacrificio”.[9]
Nunca sabremos
si para Elvira este reconocimiento del General Campos tuvo alguna importancia, comparándolo
con sus ideales y sus luchas en defensa de las mujeres y los niños, pero
interesa comprobar la visión que para la época, tenían los hombres respecto del
sexo femenino, su lugar y función en el
mundo: “…la mujer argentina siempre pronta a la caridad y al sacrificio”
Además de
ejercer la medicina, no olvidó su formación docente pues fue profesora de
higiene y puericultura y entre 1907 y 1908
se desempeñó como médica inspectora y médica de la 3º sección de Higiene Escolar del Departamento Nacional
de Higiene, única mujer que formaba parte de esa dependencia.
Siempre ligada a lo escolar, sin
embargo fue muy tenaz en su prédica en favor de la situación social de la
mujer. Participó de la fundación del primer centro feminista cuya iniciativa se
debió a Alicia Moreau pero se reunieron allí las más prestigiosas figuras del
feminismo, entre ellas, Elvira quien fue su presidenta. Los propósitos de este
centro fueron propender a la emancipación intelectual, moral y material de la
mujer.
Su actividad política
fuer intensa. Participó del Primer Congreso Femenino Internacional (1910),
organizó luego el Tercer Congreso Femenino Internacional (1928), Propuso
cambios al Código Civil: abogó por el divorcio, propuso la creación de hogares
maternales para madres solteras, fue fundadora y directora de la primera
colonia de niños débiles en Uspallata,
provincia de Mendoza.(1916)
Participó de
la fundación de la Asociación Pro derechos de la Mujer, en la cual se
convocaron personalidades destacadas como Alfonsina Storni y Adelina Di Carlo.
Como
Alfonsina, Adelina Di Carlo, Emma Day, Sara Justo, Alicia Moreau, Julieta
Lanteri y muchas otras compañeras, Elvira luchó por el voto femenino, que recién se
concretó en 1952, a instancias del Peronismo, una fuerza política posterior al
Radicalismo, lo cual amplía la comprensión del feminismo, que desde diferentes
frentes político partidarios supo sostener la defensa de los derechos cívicos y
políticos de las mujeres.
¡Docentes y luchadoras!
Eso
fueron por sobre todas las cosas, estas Mujeres a las que hemos hecho
referencia. No se agotan las filas con las nombradas. Han sido muchas, muchas más,
pero en este trabajo hemos querido dejar constancia de las luchas y
sacrificios de las docentes entre las dos últimas décadas del Siglo XIX y las
dos primeras del Siglo XX. Ellas dejaron una herencia a las generaciones posteriores, de búsqueda de
justicia y de no dejarse avasallar por los oficialismos. No se resignaron a dejar las
cosas como estaban, fueron maestras de la praxis, humanistas que pretendieron
un mundo mejor.
Hemos
tomado sólo algunas, de trayectorias muy significativas, pero además, hemos
querido ponerles nombre y apellido.
Nombrarlas
como luchadoras sin decir sus nombres y sus trayectos de vida, (aunque sólo sea
de algunas de ellas), nos pareció una abstracción. Ellas fueron mucho más que un concepto, ellas existieron, fueron reales,
tan concretas como sus frustraciones, sus expectativas y sus logros. Además nos queda la esperanza de haber movilizado
algún sentimiento de rebeldía o al menos de asombro y si el asunto interesa,
las lectoras (y tal vez hasta algún lector) continuarán la búsqueda. En tal caso la
aventura es prometedora.
Bibliografía
-Filmus, D. Demandas Populares
por Educación. El caso del movimiento obrero argentino, Bs. As. AIQUE, 1992
-Galasso, N. Historia de la
Argentina. Desde los pueblos originarios hasta el tiempo de los Kirchner. Bs.
As. Colihue, 2011, Tomo II
Morgade, G. La docencia para las
mujeres: una alternativa en el camino hacia los saberes “legítimos”. En
propuesta Educativa, Año 4 Nº 7, octubre de 1992. FLACSO
-Pigna, F. Mujeres tenían que
ser. Historia de nuestras desobedientes, incorrectas, rebeldes y luchadoras.
Desde los orígenes hasta 1930, Bs. As. Booket, 2015
-Puiggrós, A. Qué pasó en la
educación argentina. Breve historia desde la conquista hasta el presente, Bs.
As. Galernas, 2003
-Puiggrós, A. Sujetos, Disciplina
y Currículo en los orígenes del sistema educativo argentino (1885-1916), Bs.
As. Galerna, 2001
[1]
Galasso, N. Historia de la Argentina, Tomo II, Bs. As. Colihue, 2011
[2]
Filmus, D. Demandas Populares por Educación. El caso del Movimiento obrero
argentino, Bs. As. AIQUE, 1992
[3]
Galasso, N. ob. cit. Pp. 19 y 20
[4]
Puiggrós, A. Sujetos, Disciplina y Currículo en los orígenes del sistema
educativo argentino (1885- 1916), Bs. As. Galerna, 2001
[5]
Pigna, F. Mujeres tenían que ser. Historia de nuestras desobedientes,
incorrectas, rebeldes y luchadoras. Desde los orígenes hasta 1930 2ª. ed., Bs.
As. Booket, 2015
[6]
Ob. Cit. pp. 467
[7]
Morgade G. La docencia para las mujeres: una alternativa contradictoria en el
camino hacia los saberes “legítimos”. En Propuesta Educativa, Año 4 Nº 7,
octubre de 1992. FLACSO
[8]
Galasso, N. Ob. Cit. Pp. 131
[9]
Citado en Pigna, F. Ob. Cit. Pp. 398