miércoles, 26 de agosto de 2015

Las primeras luchadoras docentes entre las últimas dos décadas del S.XIX y las dos primeras del S.XX



Las primeras luchadoras docentes
Introducción
            Estamos ante una temática tan interesante como rica conceptualmente.  Es imposible abarcarla en su totalidad, pero eso no impide que nos permitamos  el placer de abrir estas cuestiones, tan inherentes a la condición humana y por ende a la condición docente.
            Este trabajo está destinado a los estudiantes de los Profesorados de Educación Primaria e Inicial por lo tanto sus propósitos son:
-Orientar la reflexión histórica y pedagógica hacia los orígenes de la constitución del magisterio en Argentina.
-Identificar las primeras luchas docentes.
-Valorar la participación de la mujer argentina en la configuración y sostenimiento de la educación pública.
-Asumir desde el conocimiento, la pertenencia al colectivo social docente.
            Todos los aspectos trabajados están fuerte e ineludiblemente relacionados con la historia de nuestro país. También podemos decirlo de otra manera, aunque en el fondo signifique lo mismo: todos los hechos educativos son causa y consecuencia del acontecer histórico, y no sólo de nuestra Argentina. Este es un fenómeno universal, porque  es paradigmático en la construcción de los conocimientos de las Ciencias Sociales.
            Por lo dicho es dable entender la referencia constante a los sucesos de la historia de nuestro país, porque implica situar los hechos educativos en el contexto real en que han tenido lugar.
            Nuestras luchadoras le han dejado a la docencia argentina una herencia de dignidad  hecha de convicciones muy firmes y muy fuertemente sostenidas.
            En el marco de la defensa de los derechos humanos, civiles y políticos de los trabajadores, hombres, mujeres y de los niños, muchas de ellas eligieron la docencia como estilo de vida y modo de lucha.
Justo es decir que hubo muchos hombres  y muchas mujeres que tomaron el camino de estas luchas desde el sindicalismo y desde la militancia política. También hubo muchos docentes del sexo masculino que participaron, pero hemos recortado la temática remitiéndonos a las mujeres que desde la docencia asumieron la defensa del espacio social libertario del colectivo femenino.

La diversidad cultural de los inmigrantes
            Las corrientes inmigratorias comienzan a llegar al país en las últimas décadas del S.XIX y principios del S.XX.
            Ya para finales del S.XIX habían llegado 3.000.000 de inmigrantes, de los cuales el 35% eran analfabetos.  El resto pasó a formar parte de una cierta clase media rural y urbana. Algunos, los que llegaron primero, dice Galazzo (2011; pp.89) se pudieron hacer dueños de las tierras aún disponibles; los restantes se hicieron arrendatarios. Los últimos en llegar se radicaron en las ciudades.
            Lo cierto es que estos inmigrantes eran campesinos sobrantes del proceso de modernización europea o de la desintegración del artesanado. Puiggrós (2003; pp. 91) los resume en “católicos y analfabetos, algunos anarquistas y socialistas; había refugiados políticos  y ateos, agnósticos, protestantes y judíos.”  En suma, no eran la clase de inmigrantes que esperaba la oligarquía criolla, pero fueron los que tuvieron la osadía de abandonar su patria de origen y llegar ávidos de cambio y progreso. Llegaron a “hacerse la América”.
            Propietarios y arrendatarios, en las zonas rurales algunos, otros en las ciudades, se hacinaron en conventillos y sobrevivieron desempeñando oficios tales como albañiles, cocheros de plaza, pequeños comerciante entre los que se contaron los gallegos almaceneros, mozos de café, tenderos judíos y turcos vendedores ambulantes. Gran parte de ellos sostuvieron la posibilidad de ascenso social a través de sus hijos. Se esforzaron por hacerlos estudiar para que se conviertan en “dotores”, calificativo que se daba a los médicos.
            Sin embargo Norberto Galazzo reconoce otro tipo de inmigrantes: “…el luchador social, el agitador de masas, el hombre  que ha enarbolado el estandarte rojo en Europa, en pos de una sociedad igualitaria, y por esta razón, ha sido perseguido por la policía de los poderosos. Son los inmigrantes de la utopía, los portadores de las nuevas ideas de redención social.” [1]
            Fueron socialistas y anarquistas. Sus diferencias radican en que  los socialistas llegaron a Argentina provenientes de países capitalistas con un importante desarrollo industrial para la época, como Francia y Alemania. Tenían experiencias como obreros de fábrica, pero nuestro país no estaba industrializado.        Los anarquistas, en cambio llegaron desde países como España, Italia y Rusia. Surgen a partir de la desintegración del artesanado.
No obstante  tuvieron en común  sus dificultades para integrarse a nuestro país, lo que hizo que se agruparan formando colectividades.

¿Quiénes eran realmente los anarquistas?
            La conocida consigna “ni Dios, ni Patria, ni Estado”, fue, como lo dice Galazzo  en el libro ya citado, sostenida por esos artesanos y hombres de oficio que conservaron sus instrumentos de producción y se negaban a la proletarización. Fueron sumamente combativos, verdaderos luchadores por lo que llegaron a ejercer influencias entre los trabajadores de la carne y los marítimos, ambos sectores duramente explotados.
            En Argentina se agruparon y realizaron actividades como la organización de bibliotecas, la edición de periódicos, armaron grupos de teatro, conferencias, huelgas y no faltaron bombas en los 1º de mayo.  Todas estas actividades se fundamentaron en un total repudio al capitalismo, el Estado y la religión. Lucharon contra:
·         La injusticia económica, la propiedad  privada concentrada en un reducido sector privilegiado de la sociedad y la apropiación de la tierra, las máquinas, los instrumentos de trabajo, Propusieron una organización basada en la cooperación y  la producción.
·         La injusticia política, por ser una forma de opresión del hombre por el hombre. Para superar esta situación plantearon la supresión del Estado y su reemplazo por la federación libre y espontánea de las asociaciones de producción y consumo, basadas en los intereses propios de los sectores explotados.
·         La mentira patriótica que en nombre de amor al país donde se ha nacido legitima las condiciones de desigualdad. Los proletarios de todos los países deberían comprender que no se trata de nacionalidades sino del bienestar, la libertad y fraternidad de todas las patrias, en beneficio del ser humano.
·         La mentira religiosa que aprovechándose de la ignorancia fomenta el sometimiento, la resignación con la promesa de una vida eterna placentera y con ello la fundación de la tiranía de las religiones que resultaron triunfantes en la lucha entre la superstición y la ciencia. La sumisión ejercida por las religiones, en connivencia con los sectores que detentan el poder desaparecerá con el triunfo de la ciencia, cuando mediante la instrucción el hombre libere su conciencia.
·         La mentira matrimonial que mediante un contrato mercantil legitima la unión sin amor que sólo desaparecerá con la igualdad completa de ambos sexos, con la abolición de las desigualdades de clase y la ficción jurídica. Así se restituirá el amor, libre de intereses y prejuicios.
En síntesis rechazaron fervientemente los principios del capitalismo  a la vez que valorizaron la relación humana, la camaradería, la importancia de los afectos, la solidaridad  y el espíritu militante. Su cerrado antiestatismo les impidió presentarse a elecciones.
Sus luchas, sus bombas, sus huelgas, sus producciones culturales, crecieron en importancia entre 1878  y 1910, aunque sufrieron un duro golpe con la Ley De Residencia sancionada en 1902.

Los socialistas
Las ideas socialistas llegan a nuestro país con los luchadores sociales europeos. Adhieren a ellas los empleados ferroviarios, los tranviarios, los dependientes de comercios, empleados municipales, docentes y de la administración nacional, profesionales (médicos y abogados) y pequeños comerciantes
Sus ideas adquieren institucionalidad con la fundación como partido político en 1896.
            Norberto Galazzo, en la obra que venimos consultando transcribe uno de sus primeros programas electorales donde obran sus propuestas.
Proponen el sufragio universal, inclusive para las mujeres. La inscripción en los registros civiles, las autonomías municipales, la supresión de las prerrogativas al clero y la confiscación de sus bienes, la supresión de los ejércitos permanentes  a la vez que  el armamento general del pueblo y la abolición del precepto legal de no admitir atenuación por la ignorancia de las leyes.
En cuanto a la situación de los trabajadores preconizan la jornada laboral de ocho horas para los adultos, de seis para los jóvenes entre catorce y dieciocho años y la abolición del trabajo para los menores de catorce años.
En cuanto al trabajo de las mujeres proponen reglamentarlo y prohibir los trabajos antihigiénicos e inmorales, así como la igualdad salarial para los trabajadores de ambos sexos.
Quisieron imponer un descanso semanal de treintaiséis horas, la inspección de las fábricas y de las habitaciones de los obreros, la responsabilidad de los patrones en los accidentes de trabajo, la creación de tribunales nombrados por patrones y obreros donde dirimir sus diferencias.
Todas sus propuestas estuvieron dirigidas a disminuir la explotación de los trabajadores y a reivindicar los derechos democráticos para hombres y mujeres.
Presentados a elecciones, en 1904 lograron contar con el primer diputado socialista de América: Alfredo Palacios.     

Diferencias entre  anarquistas y socialistas ante la educación de los sectores populares                                                      

            Como señaló Daniel Filmus (1992; pp.25) desde sus orígenes el Movimiento Obrero Argentino manifestó preocupación por la educación de los trabajadores y sus familias, lo cual generó profundos debates que “…permiten visualizar muy claramente las posiciones que manifestaban frente al Estado y al orden social vigente las diferentes corrientes ideológicas que actuaban dentro de los sindicatos.” [2]
            Existieron divergencias muy notorias entre los anarquistas y los socialistas. Mientras para los anarquistas la educación a cargo del Estado transmitía la ideología burguesa y se constituía por eso en un instrumento de opresión hacia los pueblos, sobre todo para  los trabajadores; entre los socialistas coexistieron dos perspectivas con respeto a la educación.
            Según una primera perspectiva se cuestionaba el monopolio de la educación estatal y proponía desarrollar desde los sindicatos acciones educativas propias, en cierta concordancia con los anarquistas. Sin embargo, estos últimos planteaban este tipo de acciones educativas como una alternativa a la educación oficial, a cargo del Estado, a diferencia de esta perspectiva socialista que las planteaba como complementarias de las estatales.
La otra perspectiva socialista planteaba la defensa, mejora y difusión de la escuela pública estatal.
Las diferencias entre las dos perspectivas generaron  mucho debate interno en el partido socialista, hasta que en 1910 se optó definitivamente por la escuela pública a cargo del Estado como responsable de la educación de las clases trabajadoras, por lo cual le realizaron fuertes demandas para el cumplimiento de sus obligaciones.

La diversidad pedagógica de los educadores entre las dos últimas décadas del S.XIX y las dos primeras del S.XX
            En la llamada época de la Organización Nacional (última décadas del S.XIX) los gobiernos impulsaron políticas alfabetizadoras que más allá de las enseñanzas básicas de lectura, escritura y cálculo procuraron  homogeneizar el pensamiento y reorganizar el sistema social en el sentido en que Augusto Comte  sostuvo que la asunción por parte de todos de una teoría social única, de una ideología única conduciría a la solución de conflictos.
            Agreguemos nuestro comentario preguntando si la “no conflictividad social” significaba no obstaculizar de ningún modo el ejercicio del poder de la oligarquía gobernante, para la cual esto se traduciría en ¿paz social?
            Volvamos al núcleo de nuestro interés, es decir a fines del S.XIX en nuestra Argentina, en la cual la trama social  tuvo variados componentes:
ü  las identificaciones con los caudillos locales eran más vívidas que la identificación con la idea de Nación. En realidad el país no era más que una suma de territorios que había que integrar.
ü  las corrientes inmigratorias trajeron sujetos sociales provenientes de diferentes culturas que había que integrar.
ü  La necesidad de resolver de alguna manera la antinomia civilización y barbarie  para definir los términos y alcances de la integración que se buscaba.
La escolarización de una población tan heterogénea prometía, según los sectores que ejercían el poder, su homogeneización a la vez que el armado de una estructura social que beneficiaba a la clase gobernante.
            Surge entonces el Normalismo, adscripto al positivismo pedagógico, aunque desde la fundación de su entidad madre, la Escuela Normal de Paraná en 1870, la formación de maestros recibió también influencias del krausismo, del liberalismo y hacia la primera mitad  el Siglo XX, del escolanovismo.
            Sin embargo, en el período que nos ocupa, entre las dos últimas décadas del S.XIX y las dos primeras del S.XX  no todos los docentes adhirieron al Normalismo. La resistencia no provenía únicamente de anarquistas y socialistas. Veamos cómo surge una nueva entidad política.
La aparición de una nueva fuerza política: el radicalismo
            En la última década del S.XIX en medio de una crisis económica, financiera, política y social que sufre la República gobernada por Juárez Celman surge la Unión Cívica, un movimiento opositor liderado por  Leandro Alem, que el 26 de julio de 1890 con soldados y civiles armados toman el Parque de Artillería, en un estallido conocido como la Revolución del Parque. Al cabo de dos días de luchas armadas los insurrectos se rinden, pero si bien militarmente fueron sofocados, el Presidente había perdido gobernabilidad y presionado desde afuera y desde dentro de su partido, debió renunciar.
            Galasso dice respecto de este momento de nuestra historia:
“Para la Historia oficial, la Revolución del 90 constituye una reacción democrática, en defensa de la ética y la libertad, un levantamiento moral contra un gobierno corrupto, una lucha del pueblo contra una oligarquía que usurpa el poder. Constituiría además, el punto de partida de una nueva vida política argentina, signada por la aparición de la Unión Cívica y su líder, Leandro Nicéforo Alem, gran regenerador de costumbres y reivindicador de la democracia. También se suele señalar que allí surgen las principales figuras alrededor de las cuales girará la política en las próximas décadas. Alem e Irigoyen, del radicalismo; Lisandro de la Torre, radical ahora pero futuro líder demócrata progresista y el médico Juan Bautista Justo, después orientador del Partido Socialista.
            La mayor parte de las corrientes historiográficas y políticas coinciden con esta interpretación.”[3]
            Por cierto que los sucesos, los cruces ideológicos y las aspiraciones al poder entretejieron una interesante trama histórica, pero la intencionalidad de nuestro trabajo nos reencauza hacia las primeras luchas por una educación que garantice la igualdad de derechos.



            Los que no adhirieron al Normalismo
            Podemos identificar  tres grupos con propuestas educativas opositoras al Normalismo: anarquistas, socialistas y radicales.
Los anarquistas:
Partían de reconocer a la comunidad como el núcleo educador fundamental, rechazando así la intervención del Estado, porque sólo el pueblo podía detentar legítimamente la función de educarse, por lo cual dieron mucha importancia a las sociedades populares de educación y a las escuelas libertarias.
Es importante aclarar  a quiénes se referían  estos anarquistas argentinos cuando hablaban de pueblo, “…reduciéndolo a las mujeres, los niños, los adultos analfabetos y los obreros. Este sujeto debía ser ilustrado en la teoría anarquista y en los principios universales de la naturaleza y la sociedad.”[4]
En el libro recién citado Puiggrós refiere algunos párrafos de la conferencia que Julio. R Barcos, (educador anarquista que sin embargo desempeñó importantes cargos públicos en el sistema educativo de nuestro país) pronunció en 1913 en la Casa Suiza, en la que se pone de manifiesto la preocupación que les generaba a los anarquistas argentinos la enseñanza de la religión y del nacionalismo. En la ocasión Barcos distingue entre una escuela sectaria religiosa que forma “almas para el cielo” y una escuela moderna que forma “autómatas para la patria”. En ninguna de estas escuelas se forman “espíritus independientes abiertos a la religión del amor a la humanidad, capaces de pensar y amar por cuenta propia”.
Hemos hecho mención de un educador anarquista, Julio Barcos ante la necesidad de dejar establecidos los principios rectores de la educación tal como la  entendieron los anarquistas de la época que estamos analizando.  Pero es necesario tener en cuenta que en el activismo de este movimiento  las mujeres cumplieron un papel muy activo, además de no perder de vista que el presente trabajo está centrado en las mujeres luchadoras de fines del S.XIX y principios del S.XX.
El anarquismo dio gran importancia a la cultura. Organizaron grupos de teatro, bandas de música y escuelas de formación de sus cuadros.  En todas estas actividades participaron las mujeres “uniendo a las reivindicaciones comunes con sus compañeros, las propias del género”, dice Felipe Pigna.[5]
Acompañaron activamente las huelgas de trabajadores y habitantes de los conventillos, en reclamo de sus derechos y destacaron por sus publicaciones en periódicos y revistas, como es el caso de Virginia Bolten, Juana Rouco Buela, Teresa Caporaletti y  María Collazo. Todas ellas fueron integrantes fundadoras del Centro Femenino Anarquista.
Las anarquistas asumieron el feminismo no como una forma de lucha por lograr leyes protectoras,  ni por sus derechos políticos. Trascendieron la lucha por su condición de trabajadoras bregando por su misma condición de mujeres sometidas social y culturalmente a los hombres, buscando la recuperación de su dignidad como seres humanos.
Sus aportes fueron muy valiosos para la superación y mejoramiento de la condición femenina en términos socioculturales en general y para el caso específico de la  constitución del magisterio argentino, pues debemos recordar que  nuestras primeras maestras y profesoras fueron sometidas a desigualdades semejantes a las del resto de su género en la época que nos ocupa.
Las socialistas:
Mostrando un fuerte rechazo al orden conservador, sin embargo defendieron la función central del Estado, al que interpelaron con respecto a sus obligaciones para con la sociedad civil. Depositaron su confianza en la acción parlamentaria. Encauzaron sus luchas hacia  la acción política por sobre la sindical.
Nos dice Pigna: “Apoyaban la separación de la Iglesia y el Estado y el reemplazo de un ejército permanente por una milicia civil.
Fueron pioneros en la defensa del voto femenino. Luchaban contra la trata de blancas, a favor de la legalización del divorcio, el aumento del presupuesto educativo y la jornada de ocho horas.”[6]
Aunque Pigna, en el libro citado considera que los socialistas argentinos eran moderados, influidos más por el liberalismo que por el marxismo. Graciela Morgado marca la diferencia entre las feministas liberales y las socialistas.
Morgade lo expresa así: “Por un parte, entonces un feminismo que, lejos de cuestionar en su totalidad el orden social vigente, consideraba que bastaba con “hacer ver” a los poderes públicos y a la sociedad en general que las mujeres debían tener derechos  y oportunidades de desarrollo. Frente a él un feminismo socialista  que consideraba la subordinación femenina como una injusta profundización de la división de clases perpetuada  desde los mismos poderes del Estado. Directamente vinculados con estas tendencias se encuentran los programas de acción propuestos para las mujeres en cuanto a la educación y el trabajo.”[7]
Resulta obvio que al referirse Morgado a un feminismo limitado a la denuncia de las desigualdades sufridas por las mujeres, nos está hablando de las feministas liberales. Las socialistas, en cambio proclamaron los derechos políticos y sociales de la mujer, la igualdad de oportunidades en cuanto a la educación y la necesidad de las mujeres de trascender la esfera privada de las tareas en el hogar para realizar actividades laborales en espacios públicos. El ejercicio del magisterio les dio esa oportunidad, que las mujeres supieron apropiarse muy bien, al punto de hacer de la docencia, un trabajo mayoritariamente femenino, ya desde los orígenes del Sistema Educativo Argentino.
 Entre las primeras luchadoras de la docencia encontramos muchas mujeres que a través de su trabajo como educadoras, sostuvieron los principios y valores del feminismo combativo y del socialismo.
Mujeres que no blandieron la espada, pero lucharon organizando las primeras huelgas docentes ante las injusticias de sus bajos salarios o aún de no percibirlo por largo tiempo. Lucharon con sus acciones, con la palabra, con sus discursos y mediante la publicación de artículos en periódicos y revistas.
Hubo muchas mujeres militantes del socialismo entre las que podemos nombrar a Gabriela Laperrière y a las hermanas Fenia, Adela y Mariana Chertkoff.
No obstante el presente trabajo abre un espacio dedicado especialmente a las que eligieron la docencia para establecer sus trincheras.
Sólo algunas, entre muchas
Hablemos entonces de Carolina Muzilli, argentina nativa, hija de una familia de inmigrantes italianos, de clase obrera. Realizó sus estudió en el Profesorado de Lengua Vivas, que se costeó a sí misma trabajando como modista. Muy joven, con apenas 18 años se afilió al Partido Socialista y comenzó a publicar artículos en el periódico La Vanguardia, que había sido fundado por Juan Bautista Justo en 1894, dos años antes de la fundación del partido. Había nacido en 1889 y falleció en 1917. Su vida fue muy corta pero sus escritos dejaron una profunda huella en defensa de los derechos de las mujeres obreras.
Hablemos también de una mujer ilustre, Alicia Moreau de Justo. Se la conoce por su militancia en el partido Socialista, porque se recibió de médica en 1914 y luego se doctoró con su tesis sobre la función endócrina del ovario, pero para nosotros es importante destacar que muchos años antes,  en 1902, Alicia se recibió de maestra en el Normal 1 de la Avenida Córdoba de la Capital Federal. Ya doctorada ejerció la docencia a nivel universitario, en la cátedra  de fisiología de la Universidad  Nacional de La Plata  Vivió 100 años intensos de acciones en favor de la emancipación civil y política de la mujer.
Sin olvidar a Justa Burgos de Meyer, docente y escritora socialista, fundadora junto con su compañero Manuel Meyer, del Partido Socialista en la ciudad de La Plata a instancias del mismo Juan B. Justo. Logró ser aceptada como miembro titular del secretariado del local del partido en 1904. Formó parte del grupo editor de la revista “Nosotras”, importante órgano del socialismo, desde el cual difundió sus ideas sobre la emancipación de las mujeres a través de propuestas como el divorcio vincular, la emancipación jurídica y sobre todo la ilustración, verdadero motor de la liberación femenina.
 Qué decir de la maestra Justina Pascuala Cueto. Luego de algunos años de docencia entre 1880 y 1890 fue designada directora de la Escuela Nº 2 de Morón donde fue protagonista de una destitución injusta de parte del comisionado escolar, el Sr. Ciris Pignetto. Se la acusó de comprar un piano para la escuela (mediante suscripciones y con el aporte de sus propios ahorros), de solicitar dinero para comprar artículos de limpieza, de desobedecer órdenes del Consejo Escolar, de desarrollar una enseñanza deficiente, de ser maestra de una escuela socialista, de darles a los niños conferencias después de clase, de no ir a misa y de ser la directora de una revista en la que escribe contra las decisiones del Consejo Escolar.
La comunidad de Morón se alzó en su defensa, desmintiendo públicamente las acusaciones y declarando además que la Señorita Pascuala ha enseñado en la escuela obrera local, donde varios artesanos concurren por las noches a recibir los rudimentos de la enseñanza bajo el patrocinio de personas de buena voluntad.
En cuanto a la revista “El adelanto” que dirigía Pascuala, los vecinos afirmaron que se ocupaba únicamente de la enseñanza primaria. Junto a estas aclaraciones  solicitaron  por nota al Gobernador que se abra una investigación que ponga las cosas en su verdadero lugar porque el proceder del comisionado era incorrecto y que se nombre un Inspector imparcial. El mismo día, 13 de septiembre de 1903 se realizó un meeting con desfile por las calles  Morón, en favor de la Señorita Pascuala.
Previendo que la reincorporación solicitada sería un trámite largo, el Centro Socialista Femenino planteó la apertura de una escuela para niños de ambos sexos que estuviera a cargo de Pascuala.  Esta escuela comenzó a funcionar el 1 de marzo de 1904 y se llamó Escuela Popular  Laica de Morón.  Muy pronto la escuela contó con el apoyo de numerosas familias del lugar e instituciones como la Sociedad Protectora de la Instrucción de Morón, la Sociedad Cosmopolita de Trabajadores, la Escuela Práctica de Agronomía y de algunas Logias masónicas.
Para 1905 contaban con 100 alumnos, un 35% en forma gratuita y el resto abonando una pequeña cuota.
Entre sus acciones innovadoras se cuenta la creación de un Jardín de Infantes y el comienzo de la capacitación docente.
La metodología empleada en las clases impulsaba la adquisición de conocimientos prácticos.
Para 1908 la escuela cubría el Jardín de Infantes, el nivel primario completo, los tres primeros años del Colegio Nacional y clases nocturnas para trabajadores. Había además maestros de música, francés, italiano y corte y confección. Las clases nocturnas permitían preparar a alumnos para el Colegio Nacional y muchas señoritas hacían los cursos preparatorios del magisterio. Había también maestras en ejercicio de localidades vecinas que venía a capacitarse.
A pasar de estos logros en 1910 la Escuela Popular Laica de Morón dejó de funcionar. Se adujo que era difícil de sostener debido a los costos de su funcionamiento. El Partido Socialista sobre todo después de su IX Congreso proclamó que definitivamente el Estado debía proveer los recursos necesarios para la enseñanza y el fomento de las escuelas y nada debía hacerse para liberarlo de estas obligaciones.

Las radicales:
            La Unión Cívica, surgida en 1890 y devenida en 1891 en Unión Cívica Radical, convocó a muchas feministas librepensadoras.
            Tomemos  la caracterización que hace Norberto Galasso  “…puede definirse al radicalismo como un movimiento de masas de naturaleza democrática, nacional y agrarista. Es democrático en la medida en que levanta, como objetivo fundamental, la soberanía popular a través del sufragio universal… así como por el respeto a la libertad de prensa, derechos y garantías individuales, división de poderes, y demás libertades públicas.”[8] Se puede comprender que la Unión Cívica Radical atrajera a las feministas, como un espacio político desde donde poder extender  estos principios democráticos al mejoramiento de las condiciones de vida y los derechos civiles y políticos de las mujeres.
            En cuanto al sistema educativo el autoritarismo y la burocracia estatal generaron disconformidades respecto del Normalismo imperante e inclinaron a estas primeras luchadoras docentes hacia la búsqueda de marcos de referencia conceptuales  más cercanos al humanismo y a posiciones pedagógicas centradas en los niños, como se venía propugnado en Europa.
El radicalismo encuentra su fundamento en el krausismo y esto atrae a nuestras librepensadoras, que sin embargo no se apartan del sistema público de enseñanza al cual también, como las socialistas, interpelan y responsabilizan de la educación de las jóvenes generaciones de argentinos.
            Elvira:
                        Es de nuestro interés recordar que Elvira Rawson. Estudió en la Escuela Normal de Mendoza, de donde egresó en 1884 como Maestra Normal. Ejerció esta profesión solamente un año, pues luego ingresó a la Facultad de Medicina en la Universidad de Buenos Aires, de donde egresó con el título de médica en 1892. Fue la segunda mujer en obtener ese título en Argentina, la primera fue Cecilia Grierson
Es destacable la actuación de Elvira en la Revolución del ´90, que siendo aún una estudiante de medicina  participó activamente auxiliando a los heridos de ambos bandos. Su actuación le valió el reconocimiento público de Leandro Alem y del General Campos, quien dirigió las fuerzas militares que tomaron el Parque de Artillería, situado en la actual Plaza Lavalle.
En el informe  del General Campo se puede leer: “No debo pasar adelante sin mencionar antes, entre las personas que han prestado su consagración a los heridos, a la Señorita Rawson, estudiante de medicina, que con su noble ejemplo animaba a los heridos y que allí en ese campo de desolación, era la digna representante de la mujer argentina, siempre pronta a la caridad y al sacrificio”.[9]
Nunca sabremos si para Elvira este reconocimiento del General Campos tuvo alguna importancia, comparándolo con sus ideales y sus luchas en defensa de las mujeres y los niños, pero interesa comprobar la visión que para la época, tenían los hombres respecto del sexo femenino, su lugar  y función en el mundo: “…la mujer argentina siempre pronta a la caridad y al sacrificio”
Además de ejercer la medicina, no olvidó su formación docente pues fue profesora de higiene y puericultura y entre 1907 y 1908  se desempeñó como médica inspectora y médica de la 3º sección  de Higiene Escolar del Departamento Nacional de Higiene, única mujer que formaba parte de esa dependencia.
            Siempre ligada a lo escolar, sin embargo fue muy tenaz en su prédica en favor de la situación social de la mujer. Participó de la fundación del primer centro feminista cuya iniciativa se debió a Alicia Moreau pero se reunieron allí las más prestigiosas figuras del feminismo, entre ellas, Elvira quien fue su presidenta. Los propósitos de este centro fueron propender a la emancipación intelectual, moral y material de la mujer.
Su actividad política fuer intensa. Participó del Primer Congreso Femenino Internacional (1910), organizó luego el Tercer Congreso Femenino Internacional (1928), Propuso cambios al Código Civil: abogó por el divorcio, propuso la creación de hogares maternales para madres solteras, fue fundadora y directora de la primera colonia de niños débiles  en Uspallata, provincia de Mendoza.(1916)
Participó de la fundación de la Asociación Pro derechos de la Mujer, en la cual se convocaron personalidades destacadas como Alfonsina Storni y Adelina Di Carlo.
Como Alfonsina, Adelina Di Carlo, Emma Day, Sara Justo, Alicia Moreau, Julieta Lanteri y muchas otras compañeras, Elvira  luchó por el voto femenino, que recién se concretó en 1952, a instancias del Peronismo, una fuerza política posterior al Radicalismo, lo cual amplía la comprensión del feminismo, que desde diferentes frentes político partidarios supo sostener la defensa de los derechos cívicos y políticos de las mujeres.


         ¡Docentes y luchadoras!
            Eso fueron por sobre todas las cosas, estas Mujeres a las que hemos hecho referencia. No se agotan las filas con las nombradas. Han sido muchas, muchas más, pero en  este trabajo  hemos querido dejar constancia de las luchas y sacrificios de las docentes entre las dos últimas décadas del Siglo XIX y las dos primeras del Siglo XX. Ellas dejaron una  herencia  a las generaciones posteriores, de búsqueda de justicia y de no dejarse avasallar por  los oficialismos. No se resignaron a dejar las cosas como estaban, fueron maestras de la praxis, humanistas que pretendieron un mundo mejor.
            Hemos tomado sólo algunas, de trayectorias muy significativas, pero además, hemos querido ponerles nombre y apellido.
Nombrarlas como luchadoras sin decir sus nombres y sus trayectos de vida, (aunque sólo sea de algunas de ellas), nos pareció una abstracción. Ellas fueron mucho más que  un concepto, ellas existieron, fueron reales, tan concretas como sus frustraciones, sus expectativas  y sus logros.  Además nos queda la esperanza de haber movilizado algún sentimiento de rebeldía o al menos de asombro y si el asunto interesa, las lectoras (y tal vez hasta algún lector)  continuarán la búsqueda. En tal caso la aventura es prometedora.

Bibliografía
-Filmus, D. Demandas Populares por Educación. El caso del movimiento obrero argentino, Bs. As. AIQUE, 1992
-Galasso, N. Historia de la Argentina. Desde los pueblos originarios hasta el tiempo de los Kirchner. Bs. As. Colihue, 2011, Tomo II
Morgade, G. La docencia para las mujeres: una alternativa en el camino hacia los saberes “legítimos”. En propuesta Educativa, Año 4 Nº 7, octubre de 1992. FLACSO
-Pigna, F. Mujeres tenían que ser. Historia de nuestras desobedientes, incorrectas, rebeldes y luchadoras. Desde los orígenes hasta 1930, Bs. As. Booket, 2015
-Puiggrós, A. Qué pasó en la educación argentina. Breve historia desde la conquista hasta el presente, Bs. As. Galernas, 2003
-Puiggrós, A. Sujetos, Disciplina y Currículo en los orígenes del sistema educativo argentino (1885-1916), Bs. As. Galerna, 2001


[1] Galasso, N. Historia de la Argentina, Tomo II, Bs. As. Colihue, 2011
[2] Filmus, D. Demandas Populares por Educación. El caso del Movimiento obrero argentino, Bs. As. AIQUE, 1992
[3] Galasso, N. ob. cit. Pp. 19 y 20
[4] Puiggrós, A. Sujetos, Disciplina y Currículo en los orígenes del sistema educativo argentino (1885- 1916), Bs. As. Galerna, 2001
[5] Pigna, F. Mujeres tenían que ser. Historia de nuestras desobedientes, incorrectas, rebeldes y luchadoras. Desde los orígenes hasta 1930 2ª. ed., Bs. As. Booket, 2015
[6] Ob. Cit. pp. 467
[7] Morgade G. La docencia para las mujeres: una alternativa contradictoria en el camino hacia los saberes “legítimos”. En Propuesta Educativa, Año 4 Nº 7, octubre de 1992. FLACSO
[8] Galasso, N. Ob. Cit. Pp. 131
[9] Citado en Pigna, F. Ob. Cit. Pp. 398

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