Desde el transcurrir de la vida provinciana,
como millones de argentinos, miro hacia Buenos Aires, la ciudad autónoma y
comienzan a aparecer imágenes de inundaciones, de tránsito complejo y confuso
por sus calles inseguras, de una policía metropolitana cara e inoperante, de
bici-sendas inútiles, de trenes subterráneos tan insuficientes como prometidos
pero nunca construidos, de derrumbes, impuestazos, vetos en cantidades que
dejan pensando qué clase de leyes podría sancionar la legislatura porteña que
le vengan bien al jefe de gobierno, y como contrapartida del aumento a los
funcionarios y a la educación privada, la mezquindad manifiesta respecto de la
educación y la salud pública.
La
vida en la provincianía pasa por otros andariveles. Como en cualquier trama
social, existen problemáticas, algunas
de las cuales son atendidas, otras aún no, pero el paisaje en las ciudades y
pueblos del interior es muy diferente, tanto desde las conformaciones naturales
como desde las culturales respecto de la gran ciudad.
La gran ciudad es aquella que alguna vez fue llamada “la reina
del Plata”, “la Capital Federal
de la República Argentina”
y a la que hoy llamamos “la ciudad autónoma”, denominación sobre la que es
necesario reflexionar.
Desde
reconco me pregunto en qué consiste su autonomía. ¿Es autónoma del resto de
país, no obstante ser el lugar de
residencia de las autoridades nacionales, donde se toman decisiones que
impactan sobre todos los habitantes del país?
Autonomía significa asumir todas las
responsabilidades, regir el destino propio, tomar sus propias decisiones y
hacerse cargo de sus consecuencias.
Extraña autonomía ésta, porque las
decisiones que se toman no impactan solamente en la población estable de la
ciudad. En principio porque a diario multitudes de personas viajan desde el
conurbano para trabajar y estudiar en ella y sobre las cuales impactan tales
decisiones. Este fluir constante de gente incluye a todos los que desde el
interior del país viajan para hacer trámites, gestiones, compras y atender su salud
en centros de alta complejidad no disponibles en sus poblaciones.
Esta
ciudad autónoma no es sólo de quienes habitan y trabajan en ella. La
Casa Rosada, el Palacio de Justicia y el
Congreso Nacional, entre otras instituciones la configuran como “la ciudad de
todos los argentinos”.
Entonces
vuelvo a preguntar por la autonomía porteña, pero no la que se arroban sus
elencos gobernantes, sino sus verdaderos alcances a nivel país.
En
suma:
-
Si
la ciudad es de todos los argentinos porque allí residen las autoridades nacionales,
-
Si las consecuencias de las gestiones de su
gobierno autónomo impactan sobre la totalidad de la ciudadanía que habita suelo
patrio,
Entonces, por qué la elección de sus
autoridades está restringida a su población estable, sólo a quienes viven en ella, trabajan, estudian y
duermen cada día allí.
La ciudad es de todos los
argentinos, razón que fundamenta que todos tengamos el derecho a votar cuando
se trata de elegir sus autoridades. Desde el norte hasta el sur, desde el este
hasta el oeste, todos los argentinos deberíamos votar al jefe de gobierno y a
los integrantes de la legislatura porteña.
Desde el transcurrir de la vida provinciana me pregunto por qué nos hemos
quedado los argentinos sin nuestra Capital Federal, por que nos la reemplazaron
por una ciudad autónoma que nos es cada vez más ajena.