Todo
en ella era claridad: su piel muy blanca, su cabello cenizado, sus ojos celeste claro y por sobre todo la claridad de
su pensamiento.
Yo siempre la llamé Julita. Ni sé
por qué causas le ponía diminutivo a su nombre siendo que desde siempre la
pensé como una “grande”…quizá porque desde siempre la quise mucho y la admiré
sinceramente, como muchos colegas de mi especialidad. Es que ella era uno de
esos seres realmente amorosos que te
brindan generosamente cuanto poseen en materia de conocimiento y que a la vez
se brindan a sí mismos desde la cualidad cálida de un ser humano a otro.
Julita y yo no fuimos amigas
íntimas, no trabajamos juntas, no compartimos el día a día, sin embargo tuvimos
una larga historia que comenzó cuando yo iniciaba mi carrera en la Facultad y ella, un para
de años mayor, ya era ayudante de la cátedra de Pedagogía General de Ricardo
Nassif. Allí comenzó esa larga historia en la cual yo comencé a aprender de
ella y a disfrutar de la confianza pedagógica que nos dispensamos una a la otra.
Nos perdimos en los años de la
dictadura. Nos reencontramos cuando nos visitó en el Instituto de Formación
Docente donde yo trabajaba. Ella era Asesora de la Rama y yo, equivocadamente
regente en ese lugar.
Luego de unos años la reencontré en
un circuito de actualización pedagógica con carácter de postítulo que organizó
la red federal de formación docente continua, pero cuyo desarrollo estuvo a
cargo de Profesoras de la
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la U.N.L.P. Nos volvimos a ver y
fue tan gratificante para mí poder volver a estar en sus clases, a aprender de
ella.
Hace unos años, siendo directora de
un Instituto de Formación Docente, organicé una jornada a modo de cierre de las
cursadas de los Profesorados para Educación Primaria e Inicial. El tema era “El
estado actual de la
Pedagogía” y Julia, la única conferencista. Fue magistral lo
que nos enseñó a los profesores y a los alumnos en tan sólo un para de horas.
En la ocasión sólo pude darle un
abrazo, un beso, las muchísimas gracias y un ramo de flores. Aún me resulta
conmovedor el recuerdo de la humildad y la alegría con que recibió las flores.
Ella que tanto nos dio, sin embargo nos agradecía a nosotros.
Al tiempo logré que el INFOD
aprobara (y financiara) un proyecto sobre revisión de las propias prácticas
destinado a Profesores de Educación Superior. Se trataba de una capacitación al
interior del Instituto. La invité y… ¡esta vez le pudimos pagar con platita del
INFOD!
Nuevamente compartió con nosotros
sabiduría, libros, visiones de su pensamiento y el nuestro. De todo cuanto nos
planteó en esa oportunidad, a nosotros nos faltaba material sobre los Estudios
Culturales. A pocas horas del encuentro Julia nos envió por correo electrónico
abundante bibliografía sobre el tema, con la cual hice armar un cuadernillo
para distribuir entre los Profesores.
Desconozco el destino que los demás
le dieron a ese material, pero en lo personal puedo afirmar que es muy
enriquecedor tanto para los chicos y chicas de 1° año del Profesorado en
Historia como para mí. Utilizo el tiempo presente para expresar que “es muy
enriquecedor” porque lo incorporé a la bibliografía que asigno como obligatoria
y ahí permanece en mi proyecto de aula para la Perspectiva
Filosófico Pedagógica I. Es posible que sea una ingenuidad no
compartida pero sigo creyendo que deben formarse docentes cuya actitud crítica no se base en
oponerse porque da imagen de “progre”, sino porque se analiza sabiendo desde
qué lugar se reproduce este o aquel conocimiento.
Cuando en 2008 se implementó un
nuevo plan para los Profesorados de Educación Primaria e Inicial, algunos
docentes reconocimos estar desorientados en algunos aspectos del diseño
curricular. Entonces le pedimos a Julita que nos pusiera en órbita y ella nos dedicó
varias horas reunidos en el Café de las Artes en La Plata, donde sostuvimos un
diálogo tan franco como académico y clarificador. ¡Esa era Julita!
El último contacto que sostuvimos
fue cuando Ella se mudó de City Bell a La Plata y me envío un correo contándomelo. Tardé en
responderle y cuando lo hice…Julita ya no me pudo responderme.
Partió pero ¿cuál será su punto de
llegada?
¿Dónde quedan los conocimientos, la
pasión, la capacidad de amar, la actitud de entrega de sí mismo a una profesión
pura y plena de humanismo, de los seres como Julita a los que no se les hacen
reportajes por televisión, ni se les publican libros muy bien promocionados que
se venden a buen precio de mercado?
Estos seres: esta Julita enorme que
no dio clases en Universidades privadas, ni ocupó cargos de gestión bien
pagados. En cambio le dedicó su vida profesional a la Universidad Nacional
de La Plata,
que escribió para sus alumnos y para los colegas que quisieron leerla, que
ofreció su tiempo, sus conocimientos, sus horas de lecturas, sus reflexiones.
¿Cuál es entonces el punto de
llegada de todo cuanto dedicó y todo cuanto ofreció?
Estoy convencida que ese punto esté en nosotros mismo, los
destinatarios de Julita, sus alumnos, los que aprendimos tanto de ella y con ella.
Por eso me he puesto a escribir…
Gracias por compartir tu recuerdo tan pleno de afecto y admiración. No le va a gustar a ella que lo diga pero... Se lo merece.
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