El
conocimiento
”Todos los hombres desean por naturaleza saber”, así
inicia Aristóteles sus libros metafísicos. Siglos después Ortega y Gasset se
refiere a la naturaleza humana diciendo: “La verdadera necesidad es la que el
ser siente de ser lo que es: el ave de volar, el pez de bogar y el intelecto de
filosofar”.
Para
comenzar nos conviene aclarar qué es la Filosofía. Entonces
en un intento de completar la idea de Ortega y Gasset digamos que para resolver
la necesidad de ser del hombre de ser lo que es, necesita filosofar, buscar conocimientos con valor de verdad. Para
Sócrates la Filosofía
fue precisamente la búsqueda del conocimiento pero no su posesión definitiva.
Para Platón la diferencia entre sofía y filosofía radica en que la sabiduría
perfecta (sofía) es propia de Dios, que es el sabio por excelencia. Los hombres
sólo son filósofos, es decir amantes o aficionados a la sabiduría.
El
hombre es pues un ser que busca el conocimiento. Si nos preguntamos por qué, la
respuesta más pronta puede ser porque lo necesita para vivir como tal, para
vivir como hombre. Conocer es una actividad que consiste en un proceso
intelectual por el que se establece una relación entre el sujeto que conoce y
el objeto que es conocido. Esta actividad viene siendo desarrollada desde los
principios de la humanidad, mediante la generación de cultura como proceso de
búsqueda, descubrimiento e invención de conocimientos sobre la realidad en que
viven los hombres. A dicha búsqueda se le pueden reconocer dos orígenes
primeros: el asombro y la necesidad. (El tiempo traerá la duda metódica y las
situaciones límites)[1]
Detengámonos
un momento en el concepto de necesidad:
“Muchas personas
tienen distintos hobbies. (…)¿Hay, no obstante, algo que debería interesar a
todo el mundo? ¿Existe algo que concierne a todos los seres humanos,
independientemente de quiénes sean o de en qué parte del mundo vivan? (…) Es
evidente que todo el mundo necesita comer. Todo el mundo necesita también amor
y cuidados. Pero aún hay algo más que todo el mundo necesita. Necesitamos
encontrar una respuesta a quiénes somos y por qué vivimos.”[2]
La
necesidad llevó a los hombres al encuentro con conocimientos que les
permitieron ir modificando el medio a efectos de adecuarlo a las demandas de su
supervivencia.
Cuestiones
que hoy parecen tan sencillas como la domesticación y cría de animales y el
cultivo de la tierra para proveerse de alimentos, han sido, sin embargo el
resultado de observaciones hechas por
los hombres a través de varias generaciones e intentos sucesivos de
aproximaciones al conocimiento.
En
ese “ir de camino” hacia el conocimiento fue encontrando las respuestas a todas
sus necesidades, tanto las básicas de subsistencia como las más elaboradas
respecto de sí mismo, de su lugar en este mundo, y aún de su mundo mismo, cuya
observación le generó el asombro.
Lo
dicho nos lleva a distinguir entre la búsqueda del conocimiento para satisfacer
necesidades de supervivencia y la búsqueda del saber filosófico.
Para Carpio, el primer origen de la
filosofía fue el asombro.
“Por
ello se dice, desde Platón y Aristóteles, que el asombro o sorpresa es el
origen de la filosofía, lo que impulsa al hombre a filosofar. En efecto, el que
algo sorprenda hace que uno se pregunte por eso mismo que ocasiona la sorpresa
y la pregunta lo lleva al hombre a buscar el conocimiento.
“Pero
cuando se lo refiere a la filosofía, está claro que no se trata del asombro más
o menos inteligente o tonto de la vida diaria, del asombro ante cosas o
circunstancias particulares (…); sino que el asombro filosófico es el asombro
ante la totalidad del ente, ante el mundo.”[3]
El asombro permitió a los hombres ir
dándose explicaciones a los interrogantes surgidos del contacto directo o
indirecto con las cosas, hechos o fenómenos que la naturaleza le presentaba en
el día a día.
El
acto de conocer surgió ligado a las prácticas de vida y atravesó diferentes
etapas cuyos comienzos pueden situarse en la primitiva magia de los mitos, en
explicaciones religiosas y posteriormente en sistemas filosóficos y
científicos. Cada una de estas etapas ha prevalecido en un momento de la
historia de la humanidad, y a pesar de hallarnos en un período de franco
desarrollo de los saberes críticos tales como las ciencias y la filosofía, ello
no obsta para que tanto los mitos como las religiones mantengan su vigencia en
la actualidad, pues aún con las diferencias que el devenir de los tiempos les
fueron imprimiendo, siguen ofreciendo respuestas a los interrogantes que hombres y mujeres se
plantean respecto de la realidad, en función de sus necesidades e intereses. Es el caso de los mitos urbanos y rurales que
ofrecen explicaciones fantasiosas y sobrenaturales y de las tradiciones religiosas que se
sustentan.
La filosofía, dice Carpio nace cuando los
hombres pueden superar las exigencias vitales más urgentes, y también libres de
las supersticiones que estrechan su consideración de las cosas “puede elevar su mirada mucho
más allá de sus necesidades y contornos inmediatos, para contemplar la
totalidad y formularse y preguntas”[4]
Guardemos estas dos ideas:
-totalidad del ser
-formularse preguntas
Ellas nos van a permitir entender más
adelante las diferencias entre las ciencias particulares y la filosofía.
Sin embargo las respuestas, los
conocimientos que la filosofía ha ido encontrando ante el asombro generan vacilaciones
por ser múltiples y muy variadas. Por tales razones los filósofos someten a
crítica tanto el conocimiento como las facultades de conocer. Por eso de la
desconfianza surge la duda que se convierte así en el segundo origen de la
filosofía.
Cuando se duda del valor de verdad de un
conocimiento surge la filosofía, es decir, la búsqueda de nuevos conocimientos.
Carpio propone reflexionar sobre los
errores de los sentidos. Ilustra con un ejemplo clásico en la bibliografía
filosófica: “una torre vista a la distancia parece circular, mas
observada de cerca resulta de base cuadrangular; un remo parcialmente introducido
en el agua parece quebrado, pero si se lo saca del agua se endereza y si se lo
vuelve a sumergir parece volver a quebrarse; y si mientras se lo ve quebrado se
lo toca con la mano, se tendrá a la vez dos testimonios diferentes: el ojo dice
que el remo está quebrado, el tacto que no.”[5]
Concluye el autor en que los sentidos con
frecuencia nos engañan. No obstante dispone el hombre de otra facultad de
conocer, que es el pensamiento, la razón. También los razonamientos pueden ser
erróneos, engañosos. Veamos otro ejemplo que utiliza Carpio: “Una
casa la hacen 50 obreros en veinte días, 100 obreros en 10 días, 200 obreros en
5, 400 en 2 días y ½… y si se continua así, resultará que con un número x de
obreros la casa se hará en 1 segundo.”[6]
Concluye el autor que puesto que una casa
no podría construirse en pocos segundos, hay una falta de coherencia entre la
razón y la realidad. A pesar de lo exagerado del ejemplo, según lo reconoce el
autor, es menester dejar sentado que la duda aparece al darnos cuenta de la
falibilidad de las percepciones y de los razonamientos.
No todas las dudas son iguales pues existe:
-
la duda
por la duda misma, que conduce a un escepticismo respecto del conocimiento. Se
duda de la posibilidad de acceder al conocimiento.
-
la
duda metódica que se practica como medio para buscar un conocimiento que sea
absolutamente cierto, como instrumento o camino (mètodo) para llegar a la
certeza.
El asombro lleva al hombre a hacerse
preguntas; la pregunta conduce al conocimiento. En el conocimiento se puede descubrir error. El error conduce a
la duda.
En todo este proceso con la duda se
inaugura la reflexión del hombre sobre sí mismo y emerge la conciencia de las
situaciones límites.
A partir de la condición del hombre de
estar siempre en situación, Karl Jaspers acuña este concepto de “situaciones
límite”. Diferencia entre las situaciones que se pueden modificar, como por
ejemplo cambiar de empleo y las que no dependen de la voluntad, el gusto o la
decisión de los sujetos que las padecen
y no las pueden suprimir: morir, sufrir, sentir culpa. Estas últimas son
las situaciones límite.
“…estas
situaciones limitan al hombre, le fijan ciertas fronteras más allá de las
cuales no puede ir, puede decirse que manifiestan la radical finitud del
hombre.” (…) Y bien, en la conciencia de las situaciones límites, o de la
finitud del hombre, se encuentra el tercer origen de la filosofía.[7]
[1] A poco de leer estos
primeros renglones ya se deben haber dado cuenta que cuando decimos “hombre”,
decimos “hombres y mujeres, niñas, niños, jóvenes, adultos y ancianos”.
[2] Gaarder, Jostein. (1994)
El mundo de Sofía. Madrid, Ediciones Siruela.S.A
[3] Carpio. (1973)Principios
de Filosofía. Bs. As. Glauco
[4] Carpio.Ob.Cit.
[5] Carpio.Ob.Cit.
[6] Carpio Ob.Cit.
[7] Carpio. Ob. Cit
ACASO LA FILOSOFIA EXIGEDE ALGUNA MANERA A EQUIVOCARSE?NOS AYUDA DE ALGUN MODO A APRENDER A SER MAS CREATIVOS EN NUESTRAS INTERPRETACIONES DE QUIENES SOMOS?
ResponderEliminar"LA DUDA POR LA DUDA MISMA"...
EL HOMBRE POR EL MISMO HOMBRE...
HOla Mirta: la Filosofía no nos "exige" que nos equivoquemos. Nos hace reflexionar constantemente sobre las cuestiones amplias y totalizadoras de las problemáticas que nos planteamos, con lo cual es cierto que desarrollamos nuestra creatividad y con ello nuestras posibilidades de elaborar nuestras interpretaciones.
EliminarEquivocarnos...está íntimamente relacionado a nuestra condición humana
Muchas gracias por comunicarte. nos vemos mañana.
Prof. Lerner