sábado, 17 de marzo de 2012

La calidad Educativa


La calidad educativa


            A los docentes, argentinos y decentes, se nos está poniendo incómodos  mediante expresiones condenatorias. Se pone en tela de juicio nuestro tiempo de trabajo, nuestro receso escolar, nuestra estabilidad, que de hecho no tiene la solidez ni la abarcabilidad con las que se la refiere, nuestro régimen de inasistencias. Se nos condena cuando no damos clases en los espacios áulicos a causa de estar enfrentando una nueva lucha en defensa de la educación pública.  
Oportuno es recordar que los docentes, argentinos y decentes  con una tradición de lucha de la que me siento orgullosa iniciamos la defensa de la educación pública desde los orígenes del sistema. Cuenta Adriana Puiggrós que “probablemente la primea huelga de la historia de la docencia argentina” se realizó en 1912 liderada por Julio Barcos y Leonilda Barrancos. Claro que a renglón seguido nos escribe Puiggrós que en 1913 ellos fueron exonerados “junto con otro grupo de firmantes de un documento que pedía el relevo de las autoridades del Consejo Nacional de Educación”.
Como quiero llegar a dejar constancia escrita que todos los derechos y obligaciones del estado docente, están promulgados en el Estatuto del Docente, sirve de nexo recordar que entre los exonerados estuvo el Inspector técnico Don Próspero Alemandri, luego uno de los inspiradores de dicho  Estatuto en 1950, ¡cuántos años de lucha, eh!
Justo es nombrar a Florencia Fossati quien encabezó el primer movimiento de fuerza nacional de los docentes acompañado por la clase obrera en 1917.
No piense mi lector que haré un recorrido exhaustivo por la nutrida historia de las luchas docentes en defensa de la educación pública. La intención es contarles que esta combatividad no es iniciativa del S. XXI. En esto estamos los maestros y profesores desde los comienzos del S. XX.
Históricamente pues, cuando hacemos huelga no damos clases en los espacios áulicos. Entonces se nos señala diciendo que dejamos a los niños y jóvenes sin poder ir a la escuela, lo cual no significa que dejemos de educarlos.
Educamos sí, pero lo hacemos excediendo el aula, llegando a espacios sociales y públicos más amplios, instalando el modelo de una ciudadanía alerta en la defensa de sus derechos.
 Se trata de ejercicios cívicos en defensa y optimización de la democracia. En estos episodios que ocurren en contextos históricos de características definidas, reconocidas y por ello con intenciones de cambio, todos aprendemos: los niños, los adolescentes, los adultos jóvenes y los mayores; es decir las alumnas, los alumnos, los padres y los docentes también, puesto que somos capaces de autocríticas. Si hacemos un cese momentáneo de actividades no es  para ¿descansar?  Esta es una respuesta tan rápida cómo errática. Si hacemos estas pausas privándonos de lo más hermoso que tenemos, que es la relación, el contacto permanente con nuestros alumnos, es en una búsqueda constante de hacer más pública, la educación pública. Más de Todas y de Todos.

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