La calidad educativa
A
los docentes, argentinos y decentes, se nos está poniendo incómodos mediante expresiones condenatorias. Se pone en
tela de juicio nuestro tiempo de trabajo, nuestro receso escolar, nuestra
estabilidad, que de hecho no tiene la solidez ni la abarcabilidad con las que
se la refiere, nuestro régimen de inasistencias. Se nos condena cuando no damos
clases en los espacios áulicos a causa de estar enfrentando una nueva lucha en
defensa de la educación pública.
Oportuno es
recordar que los docentes, argentinos y decentes con una tradición de lucha de la que me siento
orgullosa iniciamos la defensa de la educación pública desde los orígenes del
sistema. Cuenta Adriana Puiggrós que “probablemente la primea huelga de la
historia de la docencia argentina” se realizó en 1912 liderada por Julio Barcos
y Leonilda Barrancos. Claro que a renglón seguido nos escribe Puiggrós que en
1913 ellos fueron exonerados “junto con otro grupo de firmantes de un documento
que pedía el relevo de las autoridades del Consejo Nacional de Educación”.
Como quiero
llegar a dejar constancia escrita que todos los derechos y obligaciones del
estado docente, están promulgados en el Estatuto del Docente, sirve de nexo
recordar que entre los exonerados estuvo el Inspector técnico Don Próspero
Alemandri, luego uno de los inspiradores de dicho Estatuto en 1950, ¡cuántos años de lucha, eh!
Justo es
nombrar a Florencia Fossati quien encabezó el primer movimiento de fuerza
nacional de los docentes acompañado por la clase obrera en 1917.
No piense mi
lector que haré un recorrido exhaustivo por la nutrida historia de las luchas
docentes en defensa de la educación pública. La intención es contarles que esta
combatividad no es iniciativa del S. XXI. En esto estamos los maestros y
profesores desde los comienzos del S. XX.
Históricamente
pues, cuando hacemos huelga no damos clases en los espacios áulicos. Entonces
se nos señala diciendo que dejamos a los niños y jóvenes sin poder ir a la
escuela, lo cual no significa que dejemos de educarlos.
Educamos sí, pero
lo hacemos excediendo el aula, llegando a espacios sociales y públicos más
amplios, instalando el modelo de una ciudadanía alerta en la defensa de sus
derechos.
Se trata de ejercicios cívicos en defensa y
optimización de la democracia. En estos episodios que ocurren en contextos
históricos de características definidas, reconocidas y por ello con intenciones
de cambio, todos aprendemos: los niños, los adolescentes, los adultos jóvenes y
los mayores; es decir las alumnas, los alumnos, los padres y los docentes también,
puesto que somos capaces de autocríticas. Si hacemos un cese momentáneo de
actividades no es para ¿descansar? Esta es una respuesta tan rápida cómo
errática. Si hacemos estas pausas privándonos de lo más hermoso que tenemos,
que es la relación, el contacto permanente con nuestros alumnos, es en una
búsqueda constante de hacer más pública, la educación pública. Más de Todas y de
Todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario