Es la
Pedagogía una ciencia social, cuyo objeto de estudio es la educación de las mujeres
y los hombres, de todas las culturas.
Cuando
decimos “cultura” hacemos referencia a un concepto intrínsecamente ligado a la
condición humana que incluye una multiplicidad de aspectos entre los que
podemos citar las fuerzas materiales de producción, los conocimientos de todo
tipo, desde los más simples y elementales hasta los más elaborados y
académicos, los atravesamientos ideológicos con que se configuran las representaciones de
la realidad, en suma todo aquellos que los seres humanos producen, inventan,
transforman.
Al concepto
de cultura, así concebido le es propia una relación dialéctica con la educación,
por ser ésta el vehículo a través del cual se perpetúa en el tiempo, se conserva
pasando de generación en generación, a la vez que se modifica por las acciones transformadoras de los
propios sujetos.
Esta relación entre cultura y educación por
ser inherente a la condición humana, al punto de exclusividad y reciprocidad,
es constructora de subjetividades.
Tanto las acciones
educativas, como las producciones culturales son objetos de reflexión, mediante
los cuales los sujetos se piensan a sí mismos. Nosotros vamos a trabajar en
esta clase las reflexiones sobre la educación en contextos histórico-culturales.
Es decir vamos a penetrar en un espacio pedagógico.
Estas
cuestiones: la educación, la cultura, la Pedagogía mantienen una relación de
construcción simultánea, sin la cual ninguna de ellas tendría sentido, presencia,
ni permanencia en las sociedades a través
de los tiempos.
Desde las primeras agrupaciones de
todas las etnias, la educación ha sido un componente de las tramas sociales,
ligado a cuestiones de supervivencia, conservación de la especie, transmisión y
transformación de cultura. La Pedagogía también.
En el plano individual, la educación
comienza con cada uno, desde el nacimiento, y se constituye en un proceso
continuo y dinámico en la historia de cada vida. Las acciones educativas ocurren permanentemente en el devenir de cada
ser humano y sus relaciones con los otros, en un entorno sin el cual nunca
alcanzaría a desarrollar su subjetividad. Las reflexiones pedagógicas también.
Leemos en
una antigua Historia de la Pedagogía:
…pocos asuntos han provocado, como la educación, el esfuerzo del
pensamiento humano…Débese esto, en primer lugar a que las cuestiones de educación,
que con cada generación se renuevan, ejercen sobre los espíritus una atracción
irresistible y sin cesar renaciente. Depende también de
que basta ser padre para sentir aficiones a la pedagogía.
Esta
referencia a la paternidad, ligada a las preocupaciones por la educación, nos remonta
a todos los grupos humanos, hasta los más primitivos y a todos los padres, aún
los que participan de formas culturales restringidas.
Desde
siempre, sobrellevar la vida ha
implicado acciones educativas, y reflexiones sobre ellas. Por eso se puede
afirmar que la educación y la Pedagogía han existido desde las primeras
manifestaciones de vida humana sobre el planeta.
No obstante
la Pedagogía ha desarrollado una evolución tal, que hoy fue posible iniciar esta clase, con la afirmación: “La
pedagogía es una ciencia social”. No siempre fue así:
“La pedagogía como ciencia surge después de un largo proceso
de desarrollo, pasando de experiencias cotidianas, de opiniones aisladas acerca
de la educación, a acabados sistemas pedagógicos.”
En la antigüedad, signada por el modo de producción
esclavista, las experiencias y los criterios sobre la educación reflejaban las visiones filosóficas de la época,
sin alcanzar la categoría de generalizaciones científicas.
Con el advenimiento de nuevas formas
de producción, como el feudalismo, pero sobre todo del capitalismo, la
organización de la vida social, el desenvolvimiento histórico, el ejercicio del
poder de los sectores gobernantes, impusieron la necesidad de conocimientos más
profundos y sistematizados sobre la educación.
Hemos dejado establecido en clases
anteriores que mediante la convivencia social, y los procesos educativos que se
generan en ella, se va construyendo el sujeto. Hemos analizado que el sujeto es
pasible de múltiples polos identitarios que lo van configurando como un sujeto
social a la vez que como un sujeto de la educación, es decir como un sujeto
pedagógico.
Nuestro trabajo en esta clase es
atender la evolución histórica del sujeto pedagógico. Para ello necesitamos un
supuesto básico, que vamos a encontrar en la cita de Ricardo Nassif, un clásico
de la Pedagogía argentina:
“Toda nuestra vida es el fruto de un permanente contacto de
nuestra subjetividad con las influencias exteriores que rechazamos, aceptamos o
transformamos, pero que nunca están ausentes, sino muy presentes y en forma
concreta y real.
La educación es también una realidad en la vida de las
comunidades. Para comprenderlo es preciso apelar al sentido de lo real. En su
acepción más amplia real es lo inserto en el espacio y en el tiempo; lo que
está en el espacio y se desenvuelve en el tiempo”
Instalado este supuesto se comprenderá que la construcción de los sujetos pedagógicos ha
ido variando con el devenir del tiempo y los espacios diversos.
Si nos
remontamos a la antigüedad, a partir de nuestra tradición greco-romana nos
encontraremos con diferencias en las concepciones antropológicas, en la construcción
de los sujetos pedagógicos y por ende en la educación entre los espartanos, los atenienses, los romanos y los cristianos.
Si bien en
términos muy amplios se hace referencia a sujetos pedagógicos ideales éstos no
son más que una respuesta generada desde discursos hegemónicos. Así se habla en
el caso de Grecia del hombre sabio, en el de Roma del hombre práctico, en el
caso del cristianismo del hombre santo y en el caso de la Modernidad del hombre
racional. Si nos introducimos en la temática, bastarán unas pocas lecturas para
darnos cuenta de la existencia de diferencias al interior de estas sociedades,
dadas por sus estructuras, cambiantes además con el devenir de los
tiempos.
Veamos Grecia, comenzando por Esparta, donde el fin primordial de la educación era
la formación del hombre guerrero, nunca considerado individualmente, pues sólo
tenía sentido dentro de la comunidad.
Poseían el hábito de la obediencia hacia las leyes y el respeto a los mayores,
lo cual proporcionaba a la comunidad una fuerte unificación interna. Las
prácticas educativas estaban a cargo del estado exclusivamente, que la impartía
de acuerdo a una concepción antropológica según la cual todos los hombres eran
iguales, sin distinción de clases pues todos tenían los mismos derechos, debían
llevar la misma vida sin importar la fortuna de que dispusiera su familia,
porque de todos la polis esperaba los mismos servicios. En este sentido de la
igualdad se incluía a las mujeres, que eran educadas para hacer de ellas seres
robustos para procrear hijos sanos y fuertes y anteponer la patria a sus
hijos o maridos. Tanto los hombres como
las mujeres colaboraban íntegramente al
engrandecimiento de la polis.
En Atenas en cambio, la educación tuvo
por finalidad la formación del ciudadano, su carácter social y político,
atendiendo a la vez a la “persona”. Trataron de formar al individuo en sí
mismo, pero fiel al estado. Por tal motivo es que el ideal de la educación
ateniense fue la armonía entre la bondad y la belleza, la virtud como un ir de
camino hacia la verdad.
No
obstante, en el caso de Atenas no puede hablarse de “los iguales” como se llamaban
entre sí los espartanos, pues la sociedad estaba dividida en estamentos
económicamente determinados, que establecían diferencias en el acceso a la educación.
Mientras los hijos de artesanos sólo aprendían las nociones básicas de lectura,
escritura y cálculo, los hijos de las clases acomodadas podían dedicarse a una
completa educación del cuerpo y el
espíritu. Dicho esto sin descuidar que estamos tratando la educación de
sociedades con esclavos, desposeídos hasta de la condición humana. En Esparta,
por ejemplo, los jóvenes como parte de su educación hacían ejercicios de caza
que consistían en sorprender y matar esclavos. En Atenas aparece el pedagogo en
la figura del esclavo que acompaña al niño a la escuela. Los esclavos estaban
al servicio del resto de los estamentos sociales, en situaciones desventajosas
y como es de suponer eran educados para tal estado de vida. Entonces no todos
los griegos eran sujetos pedagógicos educados para ser hombres sabios.
Veamos Roma, en la antigüedad. Una vez
más comprobamos que los sujetos pedagógicos varían en su construcción según los tiempos y los espacios, porque no
podemos referir un tipo de acción educativa única en la Roma de la antigüedad.
En la época de la República, hasta la conquista de Grecia (S.III antes de
Cristo), los romanos se educaban en la familia, sustentado los valores de
austeridad, seriedad, sentido del honor, la dignidad y la honradez en las
relaciones con los demás. No tenían otros maestros que no fueran sus padres y
la naturaleza. Cultivaban las virtudes prácticas en una rigurosa disciplina
doméstica donde la autoridad del padre era absoluta pues merecía ciega obediencia, y la figura
materna ejercía fuerte influencia con un prestigio de matrona que imponía
respeto. Se agregaba la influencia religiosa a la acción de la familia, lo que
le otorgaba un hálito de moralidad.
Los romanos
iban del campo al Senado, fueron un pueblo de agricultores, legisladores, conquistadores y colonizadores, que tenían un sentido de la
educación personal y alejada de teorizaciones: pocas ideas pedagógicas y muchas
acciones educativas, se aprendía en contacto con la realidad, por imitación a
los padres y antepasados.
El pueblo romano
sentía el trabajo como algo necesario y hermoso, mientras que para los griegos
el trabajo era algo deshonroso y propio de los esclavos.
A partir de
la conquista de Grecia, en la época de los emperadores dominaron las influencias
atenienses con una marcada tendencia hacia la literatura, las artes en general
y la oratoria. Se abrieron las primeras escuelas (fines del tercer milenio a.
C.); no perduraron las costumbres primitivas, los rectores y los filósofos se
convirtieron en maestros; los padres dejaron de educar a sus hijos e imitando a
los atenienses los entregaban a esclavos
que hacían las veces de pedagogos. Esto nos indica que Roma fue también
una sociedad esclavista, lo cual es decir que en sus concepciones
antropológicas, sustento de la construcción de subjetividades, hay
desigualdades entre los hombres, hay ciudadanos y esclavos.
Si bien la
construcción de los sujetos pedagógicos variaba en Roma respecto de la posición
social, el ejercicio del poder y la
época existió una concepción generalizada de hombre práctico, aún con las
diferenciaciones que hemos analizado.
Frente a
los modelos antropológicos/pedagógicos de griegos y romanos en la antigüedad, el cristianismo introdujo nuevos
elementos en la conciencia impulsando la educación moral de los hombres, a los
que sumó la idea de igualdad y el espíritu de la caridad. La construcción del
sujeto cristiano se basó en las enseñanzas de su profeta mayor: Jesucristo, considerado hijo de un
dios único.
Esta idea
de dios se diferencia de los dioses humanizados del paganismo, del dios
intelectualizado de Aristóteles o del dios de la alianza judía.
El
cristianismo instala la idea del “prójimo” con el cual se establecen relaciones
de igualdad, y el concepto del “sí mismo”
que mediante el libre albedrío construye su dignidad individual.
Según la
doctrina cristiana, los aspectos materiales sujetaban a los hombres a la sociedad
por eso como súbditos de un tirano,
debían someterse y como ciudadanos de
una república debían dar la vida por ella; pero en cuestiones del alma eran libres,
sujetos sólo a su Dios. A partir de estas concepciones de hombre, su educación
giraba en torno a la formación de la persona humana, con un destino común para
todos.
“Todos
se consideraban iguales ante Dios”, es
un aspecto relevante del cristianismo de los primeros tiempos, dado que en un
mundo de desigualdades sacaba a pobres, esclavos y desheredados de su miserable
condición para prometerles una vida
eterna en un paraíso celestial, y una vida terrenal en la cual todos podían
acceder a la misma instrucción, a la libertad y a la justicia.
La Edad media comienza con la caída del
Imperio Romano, sin embargo en lo que a educación se refiere no se habla de
cambio en el momento mismo de la desmembración del Imperio. El cambio puede
colocarse antes o después. Si lo reconocemos anterior, entonces la Edad Media
para la educación es coincidente con el
surgimiento de las escuelas monásticas.
Los
monasterios se constituyeron en centros de refugio de la cultura existente,
soportaron las invasiones bárbaras, mantuvieron la tradición y el legado
cristiano hasta la llegada de Alcuino y las escuelas carolingias.
Si
reconocemos el cambio después de la caída del Imperio, éste está signado por la
llegada del monje Alcuino, bajo las órdenes de Carlomagno.
La figura
de Carlomagno es relevante para la educación en la Edad Media pues produce una
unificación de la tradición romana-cristiana con las nuevas instituciones
bárbaras. Convencido de la importancia de la educación empieza por reformar la escuela de palacio, bajo las órdenes
del monje Alcuino. Quiere que los príncipes y nobles que frecuentan la escuela
reciban una verdadera formación literaria. Además, decreta en el año 789 que
los curas párrocos instruyan en las escuelas parroquiales a todos los niños
de la parroquia, sean nobles o plebeyos. También insiste en que en las escuelas episcopales, destinadas a la
preparación de sacerdotes, se les instruya convenientemente.
Las
escuelas han tomado una nueva vertiente y la educación dejó de estar monopolizada por los monasterios (escuelas monacales)
Entre los Siglos IX y XIII aparecen y se desarrollan las organizaciones universitarias. Alcuino establece el programa de las escuelas a
partir de las siete artes liberales, dividiendo las enseñanzas en el trivio:
gramática, dialéctica y retórica; y el cuadrivio: aritmética, geometría, música
y astronomía.
En la
práctica las enseñanzas del trivio predominaron sobre las del cuadrivio, de
modo que las materias científicas tuvieron durante la edad media siempre un
carácter marginal.
La
educación medieval puso de manifiesto una profunda fe en los valores del espíritu, concibió la educación como un
proceso interior que el educador ayuda a descubrir y desarrollar. La disciplina se concibió como
un medio de perfeccionamiento moral. La enseñanza era formal, pasiva, mecánica
y dogmática. La finalidad fue purificar el
espíritu, alejar a los niños de la cultura pagana, elevar el espíritu a Dios
mediante la meditación, la oración, las prácticas del culto, las virtudes
teologales.
La
individualidad cayó en el olvido, supeditada a la concepción teocéntrica del
mundo y la vida. La vida como tal no importaba, ya que lo fundamental era el
Reino Eterno. Sobre el hombre común medieval se ejercía una influencia
ideológica tal que no le importaba su situación temporal porque esperaba su recompensa, no temía sufrir
porque sería recompensado con la vida eterna en un paraíso celestial.
La perfección
cristiana fue el objetivo general de la educación. A diferencia de la paideia
griega que buscaba la perfección del sujeto mediante la educación, la educación
medieval masificaba en virtud del teocentrismo, teniendo como finalidad última
el sentido ético-religioso de la vida.
La
construcción social del sujeto pedagógico del medioevo estuvo impregnada del
principio de autoridad, nunca sometido a juicio crítico. La autoridad no provenía
del profesor que impartía el conocimiento, éste era solamente un representante
del Cristo, el único maestro. Entonces la función docente se limitaba a ser un
intermediario entre la cultura y el
aprendizaje de los alumnos, un simple “lector” que podía esclarecer las ideas
pero siempre atento a la verdad revelada. La enseñanza era verbalista y memorística;
negación del razonamiento y la creatividad
En la Edad Media existía la
concepción del conocimiento como revelación de Dios a los hombres
|
Si bien en
el medioevo hubo una primera etapa cerrada a toda innovación, también hubo una
segunda etapa en la que intervinieron las escuelas catedralicias y
palatinas, que generaron modificaciones
en las concepciones y prácticas educativas, y aún una tercera etapa en que
florecieron las universidades, que impulsaron la crítica personal y la
creatividad. Lo dicho marca una evolución en que la construcción de la
subjetividad se fue abriendo a logros culturales que iniciaron un rescate del
intelectualismo y el esteticismo clásico.
Como
expresión de este proceso de cambios, se comienza a desarrollar en Europa una etapa de transición a la se llamó Renacimiento. Se la considera una bisagra entre el medioevo y la
modernidad. “Fue una especie de revolución intelectual”, según lo expresan
Alberto Malet y J. Isaac. Esta
revolución estuvo a cargo de los humanistas dedicados al estudio de los grandes
escritores de la Antigüedad. Los humanistas fueron escritores que se esforzaron
en imitar a los antiguos maestros en la forma y en el espíritu, coleccionistas
que recuperaron textos perdidos durante la Edad Media y profesores que
desarrollaron un espíritu nuevo, de libre investigación y de libre examen, germen
del espíritu moderno.
El Renacimiento
no fue sólo un movimiento literario, sino también artístico en general, notorio
en las artes plásticas, en la escultura y en la música. En cuanto al trabajo
científico marcó la vuelta a los métodos de observación y experiencia sobre cuya base se creó la ciencia moderna.
En el S. XVII Descartes (1596-1650) gestó
una corriente racionalista centrada en el cogito o pensamiento que prioriza
al sujeto en tanto sujeto pensante.
El antropocentrismo reemplazó al
teocentrismo medieval, se configuraron
los Estados como esferas políticas autónomas
de toda influencia divina, la ciencia es concebida como saber emergente del
proceso de secularización de la cultura, los descubrimientos geográficos
ensancharon el planeta. Es clara y precisa la expresión de Pérez Tapia:
“¡Quedaba tanto por hacer! ¡Había tanto
por conocer! Pero se contaba con el instrumento adecuado para ello: la razón.
Resumiendo el pensamiento de Sara
Jafella puede
decirse que el siglo XVIII es conocido como
Siglo de las Luces, Ilustración o Iluminismo (Aufklárung),
por cuanto sus principales pensadores consideraron
que es la Razón del hombre la que promueve la búsqueda de la verdad y provoca
la luz interior del conocimiento crítico. Los principios básicos de este
movimiento filosófico y social tuvieron como centro a Francia en el campo de
las ideas. Desde el punto de vista de los pensadores sociales, alcanza hegemonía
el pensamiento de los filósofos ilustrados entre los cuales debemos indicar a
los denominados Enciclopedistas, que emprendieron la pesada tarea de registrar
y compendiar el desarrollo del conocimiento hasta esa época, bajo la dirección
de Diderot (1713-1784)
y D'Alambert (1717-1783). La Enciclopedia o Diccionario razonado de las
ciencias, las artes y los oficios (1751-1766) iniciada por filósofos
del Iluminismo francés, fue una obra de alto costo dado que tuvo varias
interrupciones y no pudo ser concluida. Sin embargo, para algunos historiadores
contribuyó al desenvolvimiento de ideas optimistas sobre el
"progreso" de la Humanidad, expresadas en la historización de las
creaciones culturales del hombre. Además de los aportes de los pensadores
anteriormente nombrados, participaron en su redacción otras figuras destacadas
como el alemán residente en París, Holbach (1723-1789). Diderot, además, se
destacó por sus propuestas acerca de promover una educación elemental común a
cargo del Estado republicano surgido de la Revolución de 1789- para todos los
niños de Francia. Además, en 1762, asesoró a la reina Catalina de Rusia en un
programa de educación para la juventud, patrocinado por el Estado.
El movimiento de la Ilustración en
Francia es considerado como hegemónico centro de irradiación de ideas de
libertad e igualdad del hombre proclamadas por los ideólogos que contribuyeron
a la puesta en marcha de la Revolución Francesa, en la que tuvo protagonismo la
nueva clase social de la burguesía frente a los poderes hasta ese momento
canónicos de la monarquía, la nobleza y el alto clero. Este movimiento
filosófico, político y social dio los fundamentos a la denominada Modernidad
que, en filosofía, se inaugura con el racionalismo de Descartes antes
mencionado-. En el campo de las formaciones sociopolíticas, científicas y culturales
se impone la concepción filosófica del racionalismo, es decir, la
preeminencia de la Razón como eje rector de las acciones del hombre y el
modo de organización de la sociedad.
La Razón promueve una forma de
nivelación de los hombres en la medida en que todos son iguales por su
condición de sujetos racionales y por el ejercicio de tales facultades de conocimiento;
por consiguiente, a todos por igual les correspondían los mismos derechos civiles
sostenidos en la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, expresada
y sustentada por los revolucionarios de 1789. Además, se condena
definitivamente la esclavitud proclamándose la libertad para todos los hombres.
Por otra parte, la declaración de derechos igualitarios ejerció una posterior influencia
sobre el ámbito educacional con la fundación de la denominada Escuela Moderna,
que en Francia logró su completa implementación alrededor de mediados del siglo
XIX, con la creación de las Escuelas Públicas a cargo del Estado.
Para abordar el tema de los sujetos pedagógicos de
la Modernidad es necesario referirnos a Jean Jacques Rousseau, autor de una
novela pedagógica titulada “Emilio o de la Educación” en el cual expone su
pensamiento filosófico-educacional que podría condensarse en el siguiente enunciado:
"no hay perversidad original en el pecho humano” , frase
que se puede complementar con otra de mayor difusión histórica: "el hombre
nace bueno; la sociedad lo pervierte". La primera parte alude a un hecho
connatural al hombre, dado por considerar a la bondad como cualidad propia de
la naturaleza humana. Para este pensador la
educación verdadera está reñida con la sociedad; en cambio, evidencia un
vínculo no explicitado entre "verdad" y "bondad" que
caracteriza la naturaleza del hombre.
La filosofía educacional propuesta por Rousseau sostiene
como premisas indubitables el "naturalismo", la
"libertad" y la "actividad" del niño; porque éste no es
"un hombre en pequeño" sino un sujeto con características propias e
intransferibles a la condición del sujeto adulto. Es por estas convicciones que se reconoce a
Rousseau como el introductor de la idea de “infancia” como categoría pedagógica
propia de la Modernidad.
Del
texto de Jafella se infiere que Rousseau instaló en el campo de la reflexión
educativa, el concepto de Infancia, que contiene en sí la configuración básica
de los sujetos pedagógicos de la Modernidad.
El objetivo
aquí no es analizar con detenimiento el pensamiento de Rousseau, sumamente
valioso tanto desde el punto de vista del Derecho, como sociológico, psicológico
(se lo considera el iniciador de la psicología genética) y pedagógico (se encuentran
en él las primeras expresiones de la escuela activa, derivadas de su concepto
de infancia) pero es pertinente confrontar su propuesta de una educación individual
aislada del contexto social, con un Emilio llevado al campo en compañía de su
preceptor para que crezca y se eduque en contacto con la naturaleza, con la
idea republicana de Diderot de instalar en el seno de la sociedad una red
social de escuelas públicas, orientado hacia la democratización de la enseñanza.
De esta
confrontación son deducibles las características del sujeto pedagógico de la Modernidad: un sujeto de derecho,
escolarizado, considerado en sus rasgos etarios, cuya herramienta fundamental
es la razón.
El sujeto
pedagógico de la Modernidad “va a la escuela”, institución organizada desde los
Estados Nacionales para garantizarse su formación como ciudadanos que se
integren a la sociedad en concordancia
con las líneas políticas propulsadas desde el ejercicio del poder.
No obstante
las intencionalidades educativas del poder, siempre chocan contra la racionalidad,
cualidad propiamente humana desde la cual emergen fatalmente las contracorrientes,
los desacuerdos, las argumentaciones, las vanguardias, en suma los cambios que
producen los desplazamientos de una hegemonía hacia otra y van marcando el
devenir de la historia.
Conclusiones:
-La vida en comunidad, los intercambios culturales, las
acciones educativas ejercidas entre las
personas, van configurando su subjetividad.
-Los sujetos sociales son a la vez sujetos pedagógicos. Cada
sociedad, con su cultura situada en un tiempo y en un espacio determinado
construye a los sujetos según su estructura, sus ideologías, sus creencias, sus
formas específicas de buscar, obtener y utilizar todo tipo de conocimientos.
-Inmersos e interactuando en la forma cultural de la
comunidad en que vive, cada sujeto se construye a sí mismo.
-La construcción de la subjetividad no es una elaboración universalmente válida
ni uniformemente lograda. Es el producto
de una dialéctica entre el sujeto y su tiempo, entre el yo y los otros.
-Por las cuestiones señaladas los sujetos pedagógicos son
históricos.
Bibliografía:
Sarramona, J y Salomó, M. ¿Qué es la Pedagogía? Barcelona,
CEAC, 1985
Ferrandez, A y Sarramona, J. La educación. Constantes y
problemática actual, Barce lona, CEAC,
1985
Barbero, J. Jóvenes,:comunicación e identidad en El pensar Iberoamérica,
Revista de cultura, año 0, febrero de 2002